jueves, 8 de noviembre de 2012

EL CARLISMO EN CASTELLÓN EL 18 DE JULIO DE 1936


Cristóbal Castán Ferrer

El carlismo recibió a la República concediéndole un margen de confianza, a la espera de la dirección que esta tomara. Las políticas anticlericales y los episodios de violencia social, política y, en muchos casos, anticatólica [1] que día a día se manifestaban en toda España, hicieron que las expectativas de los más optimistas se fueran desvaneciendo. Este fragmento de un artículo publicado en la prensa tradicionalista[2], firmada por “uno del Maestrazgo” en respuesta a otro aparecido en el semanario de Benicarló Comarca, da idea del concepto que sobre la República tenían los carlistas y cuál era su actitud frente a ella: “Ante poderes que persiguen la Religión católica y perjudican el bien público, la resistencia es un deber y la obediencia un crimen por parte de los católicos”. La vena insurreccional que latía en el seno del carlismo, heredera de las guerras del siglo XIX volvía a cobrar fuerza.

La llegada de D. Manuel Fal Conde  a la dirección del carlismo en 1934 supuso toda una puesta al día y un impulso a la organización del tradicionalismo, también en su rama militar: el Requeté, a cuyo frente, situó como Delegado Nacional a José Luis Zamanillo. La estructura organizativa del Requeté se completaba con un inspector nacional, encargado de la dirección militar , el teniente coronel de Artillería, retirado, Ricardo Rada Peral, y unos delegados regionales – en Valencia lo fue José María Torrent Ródenas - cuya misión era el reclutamiento y organización en su ámbito territorial. Su estructura y funcionamiento se basaban en las Ordenanzas y Reglamentos del Requeté, redactadas por el coronel Enrique Varela, conocido como “Don Pepe”. En ese momento se empezó a optar por la vía insurreccional frente a la República.
A principios de 1936, en toda la provincia de Castellón estaban organizados cinco Tercios, es decir unos 3700 hombres encuadrados en la organización militar carlista, sin apenas armamento, tan sólo se disponía de unas pocas armas cortas, como el caso de Segorbe donde habían tres pistolas para cincuenta y siete requetés. Al frente de todos ellos, como jefe militar del Requeté de la provincia, se encontraba el capitán de Infantería D. José Gómez Aznar[3]. Las poblaciones de la provincia que contaban con mayor número de requetés eran Villarreal, con 800; Castellón, con 500; Burriana, con 400; Nules, con 300; Benicarló, con 280; Vall d´Uixò, con 150, Alcalà de Xivert, con 130 y Segorbe, con 57.
También nos constan otras poblaciones en las que el Requeté contaba con cierta organización, como es el caso de Altura, presidido por José Bellón o el de Càlig, cuyo jefe local era el joven Bautista Pedra Borrás[4], Ramón Giner Borrás[5], era delegado comarcal del Maestrazgo y José Balmes Monroig[6], miembro de la Junta Local Tradicionalista, era instructor provincial del Requeté.  Sobre estas cifras hay que tener en cuenta que muchas poblaciones en las que no existía una organización estable, los requetés que pudiera haber se integraban en el de la población más cercana. La instrucción militar se realizaba de forma clandestina en campo abierto y también en los círculos o casas particulares de carlistas. Se  aprovechaban excursiones al campo o a zonas apartadas para llevarla a cabo. En Castellón se efectuaban ejercicios militares en fincas situadas en  los alrededores de la Basílica del Lledó y en la zona de la montaña de La Magdalena, uno de sus instructores militares también fue el comandante del Batallón de Ametralladoras nº 1, Carlos García Vallejo, que al fracasar el levantamiento permaneció leal al gobierno republicano.
 En Benicarló se realizaron sesiones de instrucción militar en el patio de algunas casas particulares dirigidas por jóvenes con una mínima experiencia militar. Incluso las Margaritas de la provincia se preparaban para la nueva situación bélica que se avecinaba, con cursos de enfermería a cargo del Dr. D. Rafael Salas Sanz.
Se convocaron reuniones por toda la provincia para preparar el alzamiento, uno de los enlaces del Requeté fue el joven Alberto Asensi Ferrer[7], viajante de harinas.
Por fin, tras muchas negociaciones, el Príncipe Regente, D. Javier de Borbón Parma, firmó la orden de movilización del Requeté, estableciéndose el alzamiento para el domingo 19 de julio. Fal Conde comunica directamente a los mandos carlistas valencianos la orden.

El plan inicial de los carlistas de Castellón era formar dos columnas, una que marcharía desde el Norte hacia la capital de la provincia y, otra que partiría desde Villarreal con los requetés del sur de la provincia, hacia Valencia. El principal problema era la falta de armamento, tan solo con la colaboración del ejército podría conseguirse, lo cual acentuaba aún más la dependencia de los carlistas respecto a los militares lo que en toda Valencia resultó fatal para ellos.

El 19 de julio los requetés de Castellón esperan las órdenes de la autoridad militar que, desde Valencia, ha de dirigir toda la operación. También se encontraban a la expectativa de las instrucciones del diputado por Tarragona Joaquín Bau[8], residente en ese momento en Benicasim. Pero éste, que había sido el negociador con los militares, tras el asesinato de su amigo y líder político Calvo Sotelo, había huido a Lisboa temiendo correr su misma suerte. Por lo tanto, las órdenes y las instrucciones nunca llegarán.
Mientras tanto al abarrotado Círculo Tradicionalista de Castellón se presentan efectivos de la Guardia Civil con la orden de evacuar el edificio y proceder a su clausura. En Morella también se concentran requetés de Els Ports y el Maestrazgo a la espera de órdenes, al igual que en Burriana. Esta sumisión respecto a las decisiones que tomaran los militares en Valencia fue un gran obstáculo que redujo notablemente cualquier posibilidad de éxito.
El levantamiento del 18 de julio fue un fracaso total en territorio valenciano. En  Castellón su guarnición – formada por el Batallón de Ametralladoras nº 1, mandado por el teniente coronel Primitivo Peire Caballeiro- estaba a la expectativa de lo que sucediera en Valencia, pero mayoritariamente sus mandos eran favorables al gobierno. El 26 de julio marchó este Batallón hacia el frente de Córdoba. Dos días antes el general Martínez Monje, jefe de la Tercera División, había ordenado entregar a las milicias de Castellón los 300 fusiles sobrantes de esta unidad.
 Desde la Comandancia de la Guardia Civil, a cuyo frente estaba el teniente coronel D. José Estarás Ferro se dio orden a las fuerzas de este Cuerpo de concentrarse en Castellón.  En nuestra provincia la mayoría de la Guardia Civil, especialmente la oficialidad, era favorable al levantamiento pero se esperaba una coyuntura propicia para unirse a él, y ésta parecía no producirse.  Mientras tanto se formó la llamada “Columna Casa Salas”[9], compuesta por unos 200 guardias civiles de las demarcaciones de Segorbe y Vinaroz y de la Comandancia de Castellón, junto a milicianos mayoritariamente anarquistas. Estaba comandada por el coronel de Carabineros Hilario Fernández Bujanda. Su objetivo era atacar y recuperar Teruel, ciudad en la que había triunfado el alzamiento. El proyecto resultó un fracaso pues los  guardias que formaban la columna siguiendo órdenes del capitán José Martínez Ibáñez se rebelaron en La Puebla de Valverde, uniéndose a las fuerzas nacionales que dominaban Teruel, haciendo prisioneros a 48 milicianos, así como al teniente coronel Fernández Bujanda y al diputado Casa Salas, que el 1 de agosto serían fusilados tras consejo de guerra sumarísimo. Al conocerse el suceso se ordenó la salida hacia Alicante, a bordo del vapor “Aldecoa”, del resto de guardias civiles, unos 300, que habían quedado en la capital, ordenándose la detención del teniente coronel Estarás y del capitán Manuel del Valle, que con otros guardias y paisanos serían recluidos en el barco-prisión “Isla de Menorca” y posteriormente asesinados el 29 de agosto.
Desaparecida casi completamente la Guardia Civil de la provincia de Castellón, sólo la Guardia de Asalto - integrada por la 43 Compañía de Asalto, mandada por el capitán Juan García Cordoncillo- y el Cuerpo de Carabineros – a las órdenes del comandante Honorio Ramos Fernández -, obedecían las instrucciones del Gobierno Civil y, en teoría, debían encargarse de mantener el orden público. Pero tanto éste como la seguridad se volatilizaron en la mayoría de poblaciones.
Ante el fracaso del alzamiento el Requeté de Castellón quedó totalmente desprovisto de armas, indefenso y sin posibilidad de hacer frente a la situación creada y a la ola revolucionaria que se avecinaba.

Los últimos intentos de “echarse al monte” se produjeron en Castellón el día 20 de julio, cuando se contactó con el teniente coronel de la Guardia Civil José Estarás Ferro, invitándole a que las fuerzas bajo su mando se sumaran al alzamiento que encabezarían los carlistas. La respuesta fue totalmente negativa. En Segorbe se produjo el que sería el último intento de levantamiento o más bien de organizar una resistencia tras el fracaso del alzamiento: El Jefe Local de Altura, Miguel Ventura Pérez, propuso al capitán de la Guardia Civil, Luis Hernández Blasco, formar un grupo de resistencia en la Sierra de Espadán con los requetés de Altura y Segorbe y guardias civiles. A lo que el capitán se negó. En Altura los requetés lograron asaltar y confiscar las armas del Comité Antifascista que se había hecho con el control de la población, aunque su victoria sólo fue momentánea.
En agosto se conoció la existencia de una partida carlista en Gátova, formada por un grupo de requetés sublevados en Valencia y que trataban de escapar hacia la zona nacional por la Sierra de Espadán, comandados por José Torrens Ródenas, jefe regional del Requeté valenciano. Milicianos armados salieron en su persecución, hiriendo a varios de ellos y dispersando al grupo. Los requetés de Altura salieron en su auxilio, consiguiendo rescatar a algunos de ellos, si bien la mayoría fueron detenidos en Teresa y conducidos a Viver, siendo más tarde asesinados en Navajas. José Torrens, herido en el momento de su detención, fue fusilado en Segorbe.
Inmediatamente se iniciará una oleada revolucionaria de la que serán víctimas centenares de personas, perseguidas, detenidas y asesinadas sin proceso ni causa alguna.
Este fracaso  marcará el futuro de muchos habitantes de nuestra provincia y, por supuesto, de todos aquellos que en mayor o menor medida estaban vinculados o relacionados con el carlismo y sus ideales religiosos y políticos: requetés y miembros de las juventudes, margaritas, militantes y socios, simpatizantes, suscriptores de su prensa, cualquiera que resultara sospechoso de afinidad con el tradicionalismo era catalogado como elemento peligroso y, por lo tanto, susceptible de ser eliminado por parte de los comités revolucionarios que se hicieron con el poder en las comarcas de Castellón. Muchos de ellos sumaban a su militancia o simpatías hacia el carlismo, una profunda fe católica que se manifestaba en la pertenencia a asociaciones religiosas, otros eran sacerdotes o religiosos, lo que, en la mayoría de casos, fue el motivo principal de su condena a muerte.
El carlismo fue el grupo político que, en Castellón, más sufrió la pérdida de sus militantes y simpatizantes a lo largo, sobre todo, del verano-otoño de 1936. Teniendo en cuenta la provisionalidad de las cifras y la dificultad para recopilar con exactitud los datos de todos los muertos en aquellos momentos, de los aproximadamente 1028 asesinados, vinculados a las poblaciones de Castellón contabilizados por autores como Vicent Gabarda Cebellán[10], unos 520 estaban de una manera más o menos activa relacionados con el carlismo. Es decir, más de la mitad de los asesinados en la retaguardia republicana de las comarcas de Castellón eran carlistas (en diversos grados de compromiso)[11].
Un elevadísimo número que condicionaría radicalmente el futuro político del carlismo en la posguerra y años sucesivos, ya de por sí complicado por la instauración en España de un régimen militar que desde abril de 1937 trató de controlarlo y diluirlo mediante el Decreto de Unificación y la expulsión de España de sus máximos dirigentes.



[1] Es interesante reseñar algunos ejemplos de esa violencia anticatólica y de actitudes anticlericales manifestadas en diferentes poblaciones de Castellón: trabas a los entierros religiosos; en abril de 1932 el párroco de San Mateo fue amonestado por el alcalde por tocar las campanas. Un grupo de personas le esperaba a la salida del Ayuntamiento para increparle. Le siguieron hasta la casa abadía donde le apedrearon, rompiendo los cristales de la casa. También fue apedreado el colegio de las monjas; demolición de cruces de término o peirons y símbolos religiosos en los caminos de la mayoría de pueblos; intento de quemar la puerta de la iglesia de San Bartolomé de Benicarló en septiembre de 1933; burlas, insultos y ataques físicos a sacerdotes y católicos; prohibición de celebrar procesiones sin previa solicitud de permiso, que en muchas poblaciones de negaba; profanaciones de lugares de culto; provocaciones y agresiones al paso de las procesiones,  como en Vinaroz el día de San Sebastián de 1932; ocupación de campanarios en Viernes Santo para hacer doblar las campanas al vuelo, etc.

[2] El Tradicionalista. , n. 578, 20 de septiembre de 1934

[3] Nació en Barcelona en 1892. Era presidente de la Juventud Jaimista de Castellón cuando ingresó en el Ejército el 4 de septiembre de 1914. Ascendió a capitán el 26 de junio de 1924. Se retiró acogiéndose a la “Ley Azaña” de 1931. Tras el fracaso del alzamiento fue detenido. Estaba preso en el buque Isla de Menorca, convertido en prisión flotante por orden del gobernador civil, D. Fernando Muñoz Ocaña. En la madrugada del 29 de agosto se produjo la saca por parte de los piquetes anarquistas. Cincuenta y siete presos fueron sacados del barco, muchos de ellos carlistas, y atados con alambres de dos en dos, fueron conducidos por grupos, montados en camiones, a las playas del Serrallo, del Pinar y a la carretera de Almazora donde fueron acribillados. Murieron todos excepto uno, el carlista Jaime Peris, camarero del Círculo Tradicionalista de Castellón, que, herido, consiguió simular que estaba muerto y esconderse, aunque sólo logró vivir unos meses más.
[4] Asesinado en San Jorge y lanzado al pozo del pouet de les Serretes el 14 de agosto de 1936.
[5] Asesinado en Vinaroz el 13 de septiembre de 1936.
[6] Asesinado en Amposta el 13 de agosto de 1936.
[7] Residente en Benicarló fue asesinado en Sagunto el 7 de octubre de 1936 a los 23 años.
[8] Aunque diputado por la Comunión Tradicionalista en la práctica actuaba siguiendo las tesis de Calvo Sotelo. En septiembre de 1936 se encontraba en Burgos dirigiendo la Comisión de Industria y Comercio de la Junta de Defensa.
[9] Francisco Casas Sala, diputado de Izquierda Republicana por Castellón, se convirtió en el jefe político de esta columna.
[10] GABARDA CEBELLÁN, Vicent: La represión en la retaguardia republicana, País Valenciano, 1936-1939
[11] Según el estudio de Luis Pérez Domingo en su libro Mártires Carlistas del Reino de Valencia,1936-1939

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