domingo, 20 de enero de 2008

Santiago Carrillo reconoce que ha sido terrorista

Santiago Carrillo reconoce que ha sido terrorista.
Pedro Fernández Barbadillo

Si Santiago Carrillo, el lacayo de Stalin, el huésped de Ceuacescu y el admirador de Kim Il Sung, dice que ha sido terrorista, no debe de exagerar. Ahora bien, que no intente lavar la sangre en sus manos diciendo que los demás estamos manchados. Como buen comunista, Carrillo ha sido un caníbal: mató, sin juicio, por supuesto, a varios de sus camaradas.

El otro día en su tertulia de la SER, Carrillo dijo una frase impresionante:Todos hemos sido terroristas.Y Miguelito Herrero de Miñón, callado. De haber triunfado Carrillo en la guerra civil o en los años 40, ¿qué habría sido del funcionario franquista y ex alto cargo de AP?En una entrevista con María Antonia Iglesias, periodista tan joven y hermosa como Maruja Torres, Carrillo reconoce que eliminó a correligionarios suyos de los que tenía sospechas de que eran confidentes policiales. Sin juicio, sin defensa, y con pena de muerte. Vamos, como el malvado, malvadísimo Pinochet, sólo que éste no mataba sus camaradas:Y las leyes de la clandestinidad significan que este partido es un pequeño Estado dentro del Estado, con sus leyes propias, y que algunas veces, para proteger al partido, tienes incluso que cometer injusticias, como dejar de lado o separar a las gentes que no sabes si están o no colaborando con la policía. Yo eso lo he asumido, con todas las consecuencias.

Incluso, en algún caso, yo he tenido que eliminar a alguna persona, eso es cierto; pero no he tenido nunca problemas de conciencia, era una cuestión de supervivencia, porque estaba en juego también la vida de muchos militantes, que muchos de ellos acabaron en la cárcel o ejecutados.Quienes más comunistas han matado han sido siempre los propios comunistas, como Stalin y el PCF. Carrillo y La Pasionaria eliminaron a adversarios o desviacionistas.

En el PSOE (Carrillo ha dejado el PCE y ha regresado al apoyo al PSOE de su juventud) es muy frecuente la falta de remordimientos ante crímenes y canalladas, como negociar con ETA.

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