martes, 23 de septiembre de 2008

REFLEXIONES SOBRE LOS ORIGENES DEL CARLISMO Y EL COMIENZO DE LA PRIMERA GUERRA.


Texto de la conferencia de D. Francisco Asín, pronunciada en el X Foro Alfonso Carlos, celebrado en Toledo del 19 al 21 de septiembre.

REFLEXIONES SOBRE LOS ORIGENES DEL CARLISMO Y EL COMIENZO DE LA PRIMERA GUERRA.

Siempre he considerado que, uno de los mayores males de la política actual es el desconocimiento, cuando no la manipulación, de la historia.

Se crean entelequias históricas, historia-ficción por ejemplo de un Euzkadi que nunca existió, integrado por una serie de provincias y departamentos a uno y otro lado de los Pirineos y que incluye a Navarra. Bueno, esto que puede ser válido como proyecto político que, a unos gustara y a otros no y que será más o menos inviable, no se puede apoyar en ninguna realidad histórica. Es más, los caminos de Navarra, del Reino de Navarra, estuvieron en sus comienzos vinculados a los reyes de Aragón o de Sobrarve. Eran reyes comunes que, con tropas de ambos reinos atravesaron las fronteras del Ebro. Ejemplo: Alfonso el Batallador, rey de Navarra y Aragón, que conquista Zaragoza en 1118 y que al frente de las mismas tropas conquista pocos meses después la ciudad de Tudela.

Los señores de Vizcaya, Alava o Guipúzcoa, fueron desde fechas bien tempranas los reyes de Castilla y, a su servicio, concurrieron a batallas como la de Baeza o las Navas y a no pocas luchas contra el Reino de Navarra reflejadas en las memorias del Príncipe de Viana de Yanguas y Miranda. Es más, los Guipuzcoanos llevaros hasta hace poco, en su escudo, los cañones tomados a los navarros en la batalla de Velate cuando, al servicio de Castilla, consiguieron que el viejo reino dejase de ser independiente pasando a ser parte de la nueva España de la época de los Reyes Católicos: Las Españas.

Navarra no pudo participar en las primeras empresas americanas como tampoco la Corona de Aragón, algo de lo que si se lucraron justamente los señoríos vascongados, como parte integrante de Castilla. ¿No es curioso que en el escudo de Aragón aparezca la enseña del rey de Pamplona y de Sobrarve Iñigo Arista? La historia no avala las manipulaciones políticas.

¿Me he ido del tema?. Quizás, simplemente he querido marcar la diferencia entre lo que son hechos históricos y lo que son aspiraciones políticas, que nunca deben manipular la historia.

Vivimos hace ya bastantes años situaciones que, hacen ciertas las predicciones de hombres políticamente tan diferentes como Sastre o Fernández de la Mora, vivimos efectivamente el “crepúsculo de las ideologías”. La búsqueda de un centro entre no se sabe qué y qué. Los marxistas dicen no serlo y buscan una política de lo que llaman centro-izquierda y algo parecido hace el P.P. y algunos partidos regionales a la búsqueda de un llamado centro-derecha. Entre tanto los grandes beneficiados por la política vergonzante de unos y otros y por una ley electoral que , hace desigual el valor del voto de unos hombre y otros, son lo partidos nacionalistas…

Podríamos comentar muchas más cosas. ¿Elecciones democráticas?. No es el pueblo quién elige a sus representantes, son las ejecutivas de los partidos quienes elaboran las listas cerradas y el pueblo, tan solo tiene derecho a votarlas o no en las urnas tal y como se las presentan. El elegido se debe al partido no a los electores. Pero no es solo eso, el sistema de cuotas televisivas, las subvenciones por número de votos, etc. etc., hacen prácticamente imposible la aparición de un partido de carácter nacional con posibilidades. Tan solo en un área territorial determinada, que restrinja en costo de una campaña y que exija la obtención de escaños con un número menor de votos es posible algún resultado y esto, claro, beneficia a los partidos nacionalistas.

¿Qué futuro tiene un carlismo fraccionado en el que, son más fuertes los intereses en marcar e incidir en lo que desune que en profundizar en lo que podría unir?.

¿Quién es más enemigo de un carlista, otro carlista o quien quiere borrar del mapa hasta el nombre del carlismo, o quién manipula su historia de forma permanente?.

¿Qué es ser carlista?

¿Cuántos carlistas vergonzantes existen?

¿Cuántos, como fruto de las luchas internas han acabado en las filas de otros partidos, buscando el llamado “mal menor”?.

Algunos historiadores han denunciado que, la principal causa de que el carlismo en España no alcanzara en poder fue su incapacidad para ir unido en una misma dirección. Algo de eso puede verse históricamente desde fecha muy temprana. Al carlismo no le faltaron el heroísmo y los héroes, no le faltó el pueblo ni la capacidad de sacrificio, ni siquiera el principio le faltaron los reyes; le faltó, sobre todo, la unidad en la acción. Y aquí dejamos esta breve introducción personal y enrabietada entre filosófica y política para pasar a la historia.

Nadie, como dice el profesor José Luis Comellas en su artículo sobre los orígenes del carlismo, hubiera apostado al filo de 1800 por el triunfo de un régimen liberal en España y sin embargo, nuestro país sería el tercero en el mundo tras Francia y Estados Unidos en el que triunfaría la Revolución Liberal.

Los emigrados franceses, refugiados en España en tiempos de la Revolución francesa, dejaron en sus escritos el testimonio de su visión de una nación “siempre fiel a su Dios y a su Rey”, la Guerra de la Independencia deja la prueba fehaciente de una inmensa mayoría del país y, especialmente del pueblo, ligada a sus creencias y tradiciones y, sin embargo, una serie de hechos posibilitan el papel anómalo y curioso de una Cortes de Cádiz donde se marca el camino del liberalismo. Una minoría se impone a una mayoría y formula los principios doctrinarios del Gobierno de los Mejores. Es curioso, también, que personajes liberales como Pedro José Pidal o el mismo Cánovas del Castillo recelasen del sufragio universal abierto, porque según ellos tal sistema podría representar el triunfo del carlismo.

El liberalismo dividido en cuestiones ideológicas y políticas, tales como la restricción o no del sufragio universal, que los demócratas verán como una restricción de la soberanía nacional, encontraron un temprano factor de unidad facilitado por el peligro del carlismo. Se dice que en la guerra de 1936-39 la derrota de los republicanos se debió, principalmente, a su falta de unidad, a sus disensiones internas y a su incapacidad para imponer una dirección política y militar única y clara. Algo de esto entendemos, aunque es solo una opinión razonada, aconteció en el caso del carlismo como luego explicaremos.

Dos importantes personajes, sumamente cultos e ilustrados que, rompen la idea del despotismo contra las luces. Marcaron un camino que España no supo seguir.

Jovellanos, al que Casariego llamó “el Ilustre Tradicionalista”, cuando tuvo noticias del proyecto de la Constitución de Cádiz afirmó: “España ya tiene su Constitución”, y plateó la validez de las viejas leyes tradicionales cuyo defecto mayor era su falta, en muchos casos, de aplicación y cumplimiento. Cadalso, por su parte, no dudó en afirmar: “Buen sé yo que el frondoso árbol de esta monarquía necesita que le poden sus ramas viejas ya resecas y que le injerten savia nueva en muchas de sus partes; pero de ninguna manera hemos de aserrar el árbol por su base porque entonces nos quedaríamos sin la sustancia de España”.

Edmund Burque marcó maravillosamente la diferencia entre conservadores y tradicionalistas. El conservadurismo era, para él, la charca y la tradición el río. La tradición se iba haciendo cada día andando hacia delante. Desgraciadamente esta bella metáfora no ha sido muchas veces vista desde fuera del carlismo, ni entendida desde dentro de él.

La tradición no es el inmovilismo, se debe ir formando cada día con los mejores logros de cada generación sin perder de vista nuestras raíces y sin modificar los principios. Bueno quizás este tema requeriría un tiempo mucho más largo, pero es indudable que hombre como el Barón de Eroles o el Cura Merino, percibieron esto cuando en algunas de sus proclamas no pedían una vuelta atrás sino: “Un sistema inspirado en nuestras tradiciones”.

Tras la Regencia de Urgel (1822), donde los llamados tradicionalistas renovadores invocaban el trilema “Dios, Patria y Rey”, la entrada en España de los llamados 100.000 hijos de San Luis, cortaron de raíz el proceso de renovación tradicionalista. SE imposi en España un sistema absolutista en contraposición al liberalismo. Los tradicionalistas fueron arrinconados tras los intentos poco conocidos y estudiados, casi exclusivamente por los profesores Federico Suárez y Gambra de los Agraviados o Malcontents, la opción de los llamados precarlistas estaba liquidada.

Es curioso que a comienzos de la primera Guerra Carlista muchos de los generales absolutistas que lucharon frente a Adame o el Barón de Eroles no tuvieron problemas para servir al gobierno de María Cristina. Tradicionalistas y liberales siempre supieron donde estaban los absolutistas, caminaron si rumbo a uno y otro lado.

Desgraciadamente cuando comenzó la primera guerra Carlista no sólo siguieron a Don Carlos tradicionalistas, sino también conservadores a ultranza y en esa lucha interna, entonces, y en los tiempos modernos con veleidades pseudomarxistas perdió el carlismo muchas de sus fuerzas, desangrándose internamente,

El profesor Carlos Seco, siguiendo un documento informativo de 1836, de fuente liberal, daba cuenta de dos o tres sectores dentro del carlismo de entonces: Absolutitas o radicales enemigos de toda clase de reformas. Tradicionalistas renovadores partidarios de que “las leyes están por encima de los reyes”, principios ya marcados en época de los antiguos Reyes de Sobrarve (No puedo dejar aquí de tener un recuerdo para mi ya fallecido amigo Julio Brioso siempre defensor de esta línea enraizada en el carlismo). Aún se enumeraba un sector enraizado en algunas zonas al que llama foralista. Por este sector los liberales de la Primera Guerra, intentaron alentar con Muñagorri una línea de penetración para dividir el carlismo (aunque ciertamente en esto tuvieron escaso éxito.

La profesora Alejandra Wilhemsen, ha estudiado con bastante profundidad el desarrollo de la ideología carlista siguiendo, en buena parte, la línea del profesor Federico Suarez. Para ella “el núcleo doctrinal carlista fue heredado del realismo político del reinado de Fernando VII” y a el se añadió con la muerte de este monarca un elemento más el legitimismo. Fue esta cuestión la que dio un nombre al tradicionalismo del momento “carlismo” en contradicción con los “isabelimos.

Solo en una cuestión discrepo de Alejandra, ella dice: “El pensamiento carlista o tradicionalista nació de una reacción a la ofensiva revolucionaria o liberal”. El pensamiento tradicionalista, para mí, es mucho más antiguo o si que quiere “de siempre”, se gesta en el pasado y se proyecta hacia el futuro, esta ya enraizado en el Fuero de Sobrarve, ayer y hoy en lo que seamos capaces de hacer sin renunciar ni olvidar nuestra raíces y con capacidad o validez para ser útil a futuras generaciones.

Simplificando mucho, lo que el carlismo recibió o recogió como legado del tradicionalismo anterior fue, siguiendo a Alejandra Wilhemsem:

a).- El concepto de Patria, con muchas más connotaciones y raíces que el término nación.

b).- La idea de lo que los liberales llamaban Constitución ya estaba, de hecho, establecida en España en nuestras leyes tradicionales que eran mucho más abiertas y flexibles. Creían que una constitución debía ser muy sencilla y recoger solo unos principios fundamentales: Religión, Monarquía legítima y Cortes peculiares.

c).- La idea de que el origen político de la soberanía esta en el pueblo y que este se la traspasaba al rey con unos límites establecidos en las leyes fundamentales y los fueros.

d).- El poder político, siguiendo el punto anterior, no esta frenado por dentro con la división de poderes sino por fuera con la existencia de leyes y principios. La vulneración de los mismos provocaría la pérdida de la legitimidad y la pujanza de las instituciones y organismo regionales, serían el contrapeso al poder del trono.

e).- Las cortes debían ser un elemento que velase por el bienestar de España. Abogaban por la renovación de las Cortes Tradicionales. Deberían representar a la sociedad tal y como fuera, querían ver representados a los cuerpos intermedios y a las comunidades.

f).- Respeto al particularismo socio-político regional según los tradicionalistas, el respeto al modo escogido para organizar su vida a través del tiempo por los pueblos y recogido en sus leyes y fueros, ayudando a evitar la extralimitación del poder real.

g).- Religión. La unidad católica era una de las leyes fundamentales por lo que respaldaba a una Iglesia institucional fuerte y vigorosa.

No voy a extenderme sobre este tema ideológico en el que cuestiones tales como las del principio de subsidiaridad o la doble legitimidad tienen tal vigencia que, son invocadas enmascaradas y sin citar su procedencia tradicionalista, por no pocos políticos españoles actuales de todo signo.

Quiero pasar a señalar unos hechos históricos y puntuales que avalan mi afirmación de que el carlismo, desde sus comienzos, pagó sus personalismos con la derrota.

Antes de morir Fernando VII y cuando el tema de la legitimidad, o si se quiere el tema sucesorio, no estaba presente ya hubo diversos movimientos precarlistas ante las veleidades políticas de este monarca.

En los años 1824, 1827 y 1832 se produjeron levantamientos precarlistas. Fueron movimientos desautorizados por Don Carlos pero, que tenían como razón planteamientos tradicionalistas, que invocaban el tema de la legitimidad, que se oponían a las veleidades de Don Fernando y al liberalismo. Curiosamente fueron reprimidos, a veces, por hombres como el Barón de Hervés o del Conde de España, que luego militarían en el carlismo.

Personas como las citadas ó como el Brigadier Don Agustín Tena, el conde de Fuentes, Don José Beamurguía y otros muchos partidarios de Don Carlos, ó él mismo, entendían que nada se debía hacer en vida de Fernando VII. Otros, quienes producen los levantamientos, creen en cambio que Don Fernando vulnera las leyes, están preocupados por los movimientos liberales y ya plantean la opción de Don Carlos, antes incluso de que se produzca el hecho sucesorio.

A finales de 1832 y en Madrid, pero con ramificaciones en toda España se prepara un importante movimiento. En Madrid se establece una Junta carlista. La detención del coronel Juan Bautista Campos y España supone su descubrimiento. Son detenidos los Condes de Prado y de Negrí, el antiguo capitán general de Aragón Grimaraest, el mariscal de campo Maroto, el intendente del ejército Mario del Pont y otros muchos.

Todo lo anterior se enmarca en un proceso que permite la disposición de puestos de responsabilidad militar o política de cuantos se suponen afectos a Don Carlos Cuando la guerra comienza ni un solo capitán general ó general con mando pueden apoyar al carlismo. En el ejército ni una sola guarnición de importancia puede secundar a los carlistas. Los liberales mucho menores en número han ocupado todos los puestos estratégicos y no pocos generales, antiguos absolutistas, optan por apoyar a Dña. Isabel para conservar sus puestos. Quienes si van a apoyar a Don Carlos son generales como: Grimaraest, Blas Fournas, Villemur, el conde de España, el barón de Hervés y un largo etcétera, son generales sin ejército, será el pueblo carlista quien lo forme. La falta de sincronización y unidad en la acción limitarán como tantas veces ha ocurrido y volverá a ocurrir las posibilidades del Carlismo.

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