En uno de los paisajes más pintorescos de la comarca castellonense de Els Ports se alza el santuario de Ntra. Sra. de la Balma, en la población de Sorita. Es una curiosa edificación que se encuentra empotrada literalmente dentro de la roca, de ahí el nombre de balma. Su origen se sitúa en el siglo XIV cuando fue hallada una imagen milagrosa, destruida en la persecución religiosa de 1936. La actual imagen de la Virgen que se venera data de 1940 y es una copia de la original gótica.
Durante decenios el santuario fue un centro de peregrinaciones religiosas mezcladas con extrañas supersticiones. Eran frecuentes las prácticas de ritos en los que se decía que se sacaban los demonios y otros malos espíritus o se curaban males de ojo, por parte de ciertas mujeres con presuntos “poderes”, conocidas como las caspolinas, por proceder de la población aragonesa de Caspe. Todo eso fue relatado por el periodista Alardo Prats y Beltrán en su libro Tres días con los endemoniados, una obra publicada en su primera edición en 1929 y reeditada 70 años después. Estas prácticas fueron desapareciendo a lo largo de los años 30.
Ese lugar también tiene su historia carlista: en él el 30 de mayo de 1844, poca antes de sufrir una vil traición que acabaría con su vida, buscó refugio el guerrillero carlista Tomás Peñarrocha, el Groc de Forcall, desde la cueva que lleva al santuario divisó a las fuerzas del General Villalonga que acudían en su persecución. Desde allí se encaramó por las ramas de una encina, conocida como la encina del Groc, hacia el monte, pudiendo escapar de sus perseguidores
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