domingo, 24 de julio de 2011

REFLEXIONES SOBRE UN ARTÍCULO EN SUR.ES (DIGITAL)

D.Blas Jesús Imbroda, que supongo emparentado con el Presidente de la Ciudad Autónoma de
Melilla participó en un curso de verano sobre “Dos Siglos de Constitucionalismo Español”. La edición digital de Sur.es se hace eco de tan importante evento. Como quiera que allí hace alguna mención al carlismo y a la sublevación carlista de Melilla, parece razonable hacer alguna reflexión desde el punto de vista tradicionalista.

Las Cortes de Cádiz supusieron un gran cambio en el devenir de la política de las Españas.
Evidentemente eran la réplica a la llamada Constitución de Bayona, dictada por el Emperador
Napoleón Bonaparte. Pero suponía entrar en un peligroso juego nuevo, y destructor, para las
Españas. Nuestro país no era un ejemplo de falta de libertades. Antes al contrario, su sistema foral tan característico había supuesto una situación casi única en Europa. El rey no obraba de forma absolutamente arbitraria, sino que era una especie de “Justicia Mayor del Reino”, a quien acudir esperando soluciones y tenía que avenirse a viejas normas, llámense leyes o fueros, adoptados y respetados por todos. Adaptarse al modelo constitucional de la Revolución Francesa era algo contra natura. Además, puestos a discutir su articulado, se pusieron de manifiesto numerosas tensiones territoriales. Los territorios de las Españas en ultramar no tenían una consideración distinta de cualquier otro peninsular. El término “colonial” fue una imposición del siglo XIX que poco tenía que ver con nuestros virreinatos. Sin embargo, los representantes de las Españas americanas estaban ya bajo la influencia masónica americano-francesa y, por otra parte, su representación en las llamadas Cortes de Cádiz nunca fue proporcional a la población representada. Las Juntas que allí se habían constituido, ante la ausencia del poder Real de Madrid, tenían ya el camino abierto para la independencia. Algunas zonas como Argentina y Uruguay llegaron a buscar dinastías monárquicas, como también fue el caso de México más tardíamente. Los generales que habían servido a las Fuerzas Armadas de las Españas se convirtieron, en un caso excepcional en la historia de los pueblos, en líderes independentistas.
Economicamente las Cortes supusieron el hundimiento del campesinado, el nacimiento de una
clase burguesa que, a bajo precio, se hicieron con inmensas riquezas, la desaparición de espacios
comunales y muchos más datos de escasa raigrambre social.
En definitiva, fueron unas Cortes destructivas, que supusieron un cambio de rumbo en la historia y un plegarse a intereses extranjeros. Como ejemplo de esos intreses extranjeros merecen especial mención los que alcanzaron las dos potencias anglosajonas de la época: Gran Bretaña y los nacientes Estados Unidos de América. Lograron desmembrar el imperio español, desunir a las
nacientes repúblicas americanas, enfrentarlas incluso. Consiguieron hacerse con un papel predominante en el continente americano, el absoluto dominio sobre Portugal e incluso datos anecdóticos pero que lo dicen todo: el general Ballesteros que, exitosamente, luchaba en Andalucía contra el invasor francés, será finalmente destituido y recluido, sustituido totalmente por el Duque de Wellington, la línea de defensas que rodeaban Gibraltar será desmantelada (aprovechando la supuesta alianza). De ahí viene el nombre de La Línea de la Concepción, el control sobre Gibraltar reafirmado y una importante cantidad de medios de producción hispanos acabarían bajo el control londinense: desde las minas de Riotinto, a las bodegas de Jerez, posteriormente los ferrocarriles, acuerdos preferenciales sobre el hierro producido en el País Vasco y un largo etcétera.
Gran Bretaña dejó en nuestro país unos 50.000 muertos que compensaron con enormes ventajas económicas (en realidad la pérdida de vidas no se compensa con nada, no hace falta ni decirlo).

Por tanto las Cortes de Cádiz, supusieron un camino equivocado. Ante la invasión francesa el
camino correcto era profundizar en nuestro peculiar sistema de fueros, en nuestra tradicional
estructura política. Extenderlo, incluso, a los territorios americanos con la mayor claridad y sin
complejos. Evidentemente S.M. Fernando VII no parecía un personaje recomendable, pero otros
miembros de la Familia Real, como el futuro Carlos V sí tenían talla para seguir ese camino, que era el nuestro.
No es raro que ciudades como Ceuta y Melilla se adhirieran, con vehemencia, a la causa liberal
representada por las Cortes de Cádiz. En primer lugar, en esos momentos era la única alternativa
viable para luchar contra la invasión francesa. Y, por otra, ambas ciudades estaban bloqueadas por la escuadra inglesa. En poco tiempo pasaron del bloqueo al socorro, del hambre a la normalidad. Sin embargo, resulta banal hablar de liberalismo cuando en ese sistema existía un voto censatario en el que la mujeres no votaban, sólo lo hacían los hombres y cuando poseían un determinado nivel económico o social. Ni siquiera se trataba de un voto universal. Además la población de ambas ciudades era escasa. La mayoría de sus ciudadanos eran militares, presos o los mismos cuidadores de la prisión. Dificilmente abrazar el liberalismo podía considerarse como un objetivo para esos colectivos.
Por cierto que la situación pudo ser muy grave para Ceuta al instalarse en la montaña del Hacho un Regimiento Británico que abandonó la ciudad al final de la guerra, pero que estuvo muy cerca de no hacerlo.
En cuanto a la rebelición Carlista de Melilla, nos basaremos en algún texto histórico para hacer
algunas consideraciones finales. Se trata de un importante artículo que resume los sucesos que
tuvieron lugar en Melilla durante el año 1838. Es obra de D. J. Fernández Gaytán publicado en la
Revista de Historia Naval nº 20 de 1988.
La sublevación se inició en la noche del 21 de Diciembre de 1838, iniciada por varios sargentos del Regimiento de Infantería del Rey, a los que se unieron dos de sus compañías. El jefe indiscutible de los sublevados era el sargento Vicente Colomer, quien se puso en contacto con el antiguo presidente de la Junta Gubernativa Carlista de Castilla la Nueva, Gregorio Álvarez Pérez, al que ofreció la presidencia de la nueva Junta que pensaba organizar. Este, desconocedor de la conspiración, le afeó, en principio, lo hecho en una plaza de guerra a la que se ponía en riesgo de poner en manos del enemigo, pero aceptó la presidencia con la condición de que serían respetadas las personas y bienes de todos, incluso de los que habían ostentado cargos en el gobierno cristino, cualquiera que hubiera sido su conducta anterior para los confinados, y que siempre se procuraría conservar Melilla para España. Constituida la Real Junta Gubernativa de Melilla, fueron liberados únicamente los carlistas. Se organizó un batallón nombrando Gobernador Militar a Colomer y adjunto al oficial carlista Clemente del Pino. Las autoridades liberales se enteraron de la sublevación por unos confidentes moros que pudieron pasar a Málaga. Aunque ya anteriormente, ante la falta de noticias de la plaza, el Capitán General de Granada, General Palarea, había dispuesto el envío del bergantín del resguardo marítimo María Cristina, con tropas y determinadas instrucciones para el Gobernador de la Plaza, encargándole también que tomara las debidas precauciones, por lo que el barco fondeó fuera del alcance de las baterías melillenses, regresando a Málaga inmediatamente para dar cuenta de lo ocurrido. La actitud del gobierno liberal fue la de solicitar la ayuda de las fuerzas navales inglesas y francesas, incluso se puso en contacto con el emperador de Marruecos, Mulley Abderramán para que atacara y se apoderara de la población; sin embargo los carlistas habían hecho ya tratos con las cabilas fronterizas para evitar cualquier tentativa inglesa, francesa o marroquí para apoderarse de la plaza, que fue sometida a un estrecho bloqueo.

Por la Real Orden de 10 de Febrero de 1839 que disponía el bloqueo de Melilla, se ordenaba que varios barcos pertenecientes al resguardo marítimo de Cádiz y Apostadero de Algeciras, a las órdenes del Capitán de Fragata Santiago Soroa, pasaran a depender del Capitán General de Granada. Estos barcos eran: los bergantines María Cristina, Soberano e Isabel II, la goleta Minerva, la goleta Veloz y los faluchos Neptuno y Proserpina, a los que se agregaron el brick inglés Wasp y el bergantín francés Volage.
La situación llegó a hacerse tan difícil y peligrosa para los sublevados, que el presidente de la Junta creyó necesario llegar a un acuerdo con el General Antonio M. Álvarez de Thomás, sucesor de Palarea, quien dirigió al Capitán de Fragata Soroa, con fecha de 10 de Febrero el escrito que transcribimos:

Mi antecesor el excelentísimo Señor D. Juan Palarea no tuvo por conveniente contestar a ninguna de las comunicaciones que le dirigió la ilegítima Junta erigida en Melilla, a cuya plaza últimamente comisioné el bergantín Soberano para reclamar a los oficiales que titulan
prisioneros como si pudiéra dárseles el carácter de tales no habiendo habido acción de guerra.
Autorizado Vd. por el Gobierno de S.M para bloquear rigurosamente a dicha plaza como se ha
verificado y el mismo objeto a las órdenes de mi autoridad he propuesto que uno de los muchos buques de su mando de a la vela y procure hacer entender a dicha Junta lo que convenga, resolviendo Vd. todas las comunicaciones de la misma y resolviéndolas en el acto para restituir la plaza al gobierno de S.M. Para lo que le autorizo tan ampliamente como sea menester (…). La comunicación adjunta tiene unicamente por objeto exhibir en caso necesario a los rebeldes de Melilla, puesto que han manifestado su conveniencia en los últimos escritos dirigidos al comandante del bergantín “Soberano”, en una palabra, en un documento de prevención por si fuera necesario restituir con prontitud aquel importante punto a nuestro poder. Las instrucciones a las que deberá Vd atemperarse son a las recibidas por el Gobierno y a las que verbalmente se ha manifestado. Importa mucho, y es urgente, que concluya la rebeldía de Melilla....Para el efecto todo medio que no comprometa el honor de la nación ni del Gobierno de S.M. La Reina es adaptable.

Con arreglo a estas instrucciones, comunicadas al Presidente de la Junta, éste contestó presentando una serie de proposiciones, la última de las cuales no le pareció bien a Soroa, por lo que se suprimió, firmándose el día 23 un convenio en el que se hacía constar(....) que España debía gratitud a los carlistas de Melilla, y que si éstos recibían ayuda de D. Carlos antes de la evacuación, en términos de que la plaza no peligrase, quedarían relevados de toda obligación; se les autorizaba también para llevar, además de sus armas, dos cañones de pequeño calibre, y se estipulaba de que en caso de ser la plaza atacada por los moros olvidarían sus diferencias unos y otros, para acordarse solo de que eran españoles. No le parecieron bien al Capitán General de Granada ni el tono ni alguna de las cláusulas, por lo que hubo que firmar un nuevo convenio el 2 de marzo, más favorable al gobierno liberal, preparándose una expedición que embarcó en los bergantines Soberano, María Cristina e Isabel II, que no pudieron arribar a Melilla porque los sublevados no estaban conforme con las condiciones de algunas de las cláusulas de dicho Convenio. Las negociaciones quedaron suspendidas pero comprendiendo lo urgente que era la evacuación de la plaza, los carlistas por fin las nuevas condiciones, imponiendo únicamente que el bergantín Proserpina pasara a Orán a recoger a tres individuos de la junta que habían ido allí en comisión reservada.
Comenzada la evacuación al amanecer, a mediodía saltó un fuerte levante que obligó a los barcos a refugiarse en las Chafarinas, habiendo amainado el viento, la operación concluyó el dá 25, finalizando así esta operación que dominó Melilla durante tres meses. Sólo añadiremos que con la llegada a Málaga del convoy con los sublevados, era preciso resolver dos cuestiones: la aplicación del indulto a los que se habían acogido a él y el traslado a las costas del Cantábrico de los que lo habían rechazado. Estos fueron enviados a Plencia, puerto ocupado por los Carlistas.”

En resumen, los liberales arriesgaron la propia soberanía de la ciudad con tal de acabar con la
sublevación carlista. En cambio los carlistas antepusieron siempre su españolismo al deseo de
libertad, siendo un ejemplo para todos.
No queremos alargar más estas reflexiones, pero creemos que fue un cruce de caminos. Que si las Españas hubieran seguido su tradicional modelo probablemente no hubieran pasado por el martirio del “guerracivilismo” y el “secesionismo” y es muy posible que fueran hoy una de las grandes potencias del orbe. Seguiría siendo cierto aquello de que “cuando España se mueve tiembla el mundo”. Por desgracia las cosas no fueron así y, en cambio, siguen pululando artículos y cursos dictados con absoluta superficialidad y en la línea oficial de ideologías decadentes. El referido en el diario Sur.es, es un ejemplo de ello.
Sólo nos queda luchar contra la inexactitud y la mentira en la esperanza de que quizás,
desenmascarando, una a una, cada una de esas fruslerías, es posible que el futuro sea distinto y
consigamos recuperar algo de nuestro antiguo esplendor o, al menos, no perder lo que aún
conservamos.

Miguel Angel Pavón Biedma
Colaborador Asociación Cruz de San Andrés

1 comentario:

Línea de la concepción dijo...

Es muy interesante la información publicada.