Ceferino Suárez Bravo escribió
esta novela y la presentó a un certamen convocado por la Real Academia de la
Lengua en 1885. La Academia le concedió el premio y fue ferozmente criticada
por los periódicos liberales de la época, con Leopoldo Alas Clarín a la cabeza.
Las publicaciones carlistas, por su parte, ensalzaron la novela, y el autor
salió al paso y defendió su obra -que no compartía el naturalismo de otros
libros del momento- explicando: «No busqué los materiales en el lodazal de las
pasiones humanas, que tanto beneficia la moderna novela. Mi libro puede entrar
en todas partes sin que haya que alejar a los niños y a las doncellas(...). Lo
que es moralmente feo nunca llegará a ser artísticamente bello».
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