El articulista Jorge Vilches
escribió recientemente este artículo en "Libertad Digital",
en el que acusa al Carlismo de ser el enemigo de la libertad en España. En
respuesta al mismo se publica esta carta abierta:
Muy Sr. mío:
He leído su documentado artículo, publicado en Libertad Digital que demuestra
la permanente oposición del Carlismo a la libertad. En rigor: a lo que
Vd. denomina libertad sin serlo.
Todo lo que dice es verdad. Y nos honra a los carlistas.
Porque los carlistas llevamos casi dos siglos luchando contra el liberalismo;
no contra la libertad. Vd. es de los muchos que se han dejado engañar por
el liberalismo. Se ha tragado el mito de que es la libertad, cuando no es más
que la tiranía disfrazada de libertad.
La Revolución, que es el otro nombre del liberalismo, en España ha sido
liberticida desde su aparición. Ha empleado el engaño, la mentira y la
violencia desde su aparición. Y los sigue empleando hoy. Ejemplo: su artículo
que no miente en los hechos, pero sí en atribuir al liberalismo la libertad.
Por no alargarme demasiado voy a considerar un momento crucial de la historia
de España. En los años siguientes a la Revolución de septiembre de 1868, se
iniciaba el levantamiento carlista de la Tercera Guerra. Recordemos que, tras
el triunfo liberal de 1839, España había sido un continuo caos. Tuvo que
soportar la lucha a muerte entre las diversas facciones liberales por el poder.
Durante treinta años se mantuvo ajena al progreso. Cuando algo se avanzaba era
porque gobernaba dictatorialmente un militar. Cierto es que los carlistas se
mantenían ajenos al sistema imperante dispuestos a combatirle en la primera
ocasión. Pero no menos cierto que eran los liberales quienes gobernaban a base
de algaradas y pronunciamientos.
Los mismos liberales que habían vencido a los carlistas en 1840, echaron a Dª.
Isabel. Ofrecieron la Corona, que dignamente rechazó, a D. Carlos VII. El Rey
Legítimo quería ser un defensor de la verdadera libertad y no una tapadera para
que en nombre de la misma gobernasen las oligarquías.
Muchos defensores de Dª. Isabel engrosaron las filas carlistas. En D. Carlos
VII veían la solución a tantos años de desorden y mal gobierno. Volvieron a
levantarse los carlistas en defensa de verdadera libertad que concretaban en su
trilema de Dios, Patria-Fueros y Rey.
Señor Vilches, Vd. como historiador seguro que conoce los siguientes párrafos
que reflejan cómo vio Cánovas el levantamiento carlista de 1872.
Relata que, el día 16 de julio de 1873, Virgen del Carmen, se dirigía por
Elizondo a la frontera a través de un territorio ya dominado por los
carlistas:
"...apareció una mujer,
que cuesta arriba venía gritando:” ¡Ya está ahí y ha comulgado!”. A las
preguntas de los viajeros, sorprendidos por aquellas voces, cuyo sentido
ignoraban, respondió frenética la mujer: “Es Carlos VII, que ha comulgado al
llegar”.
El “¡ha comulgado! ¡Ha
comulgado!” de la buena mujer, quería decir: este que viene ahora a mandarnos
comulga como nosotras, como nuestros maridos, y nuestros hijos, y los otros,
los de Madrid, no; bienvenido sea, pues, a esta tierra. No es otra para mí la
idea que ha levantado ahora a los vascongados a favor de D. Carlos, y en contra
del actual gobierno de España".
Más adelante juzga la política de los gobiernos liberales:
´´ ¿Qué han tenido en cuenta
ellos de lo que importa al bien de la patria? Por eso se han complacido en
atentar a la libertad religiosa, y en exacerbar, en vez de armonizar, todas las
antinomias existentes entre las distintas clases, o las diversas provincias de
la nación.
¡Ah! ¡Si hubiesen ellos
presenciado lo que es el levantamiento de una “facción” en las provincias
vascongadas! Sus ojos, de sobra acostumbrados a toda acción violenta y rebelde,
habrían contemplado un espectáculo singular e inesperado. No son, no, turbas
famélicas, concupiscentemente enamoradas de los bienes ajenos, las que allí se
congregan en casos tales; ni se escuchan allí gritos desordenados y salvajes,
ni siquiera se oyen conversaciones ociosas. Ningún padre esconde cobardemente a
sus hijos, antes bien le saca de la labor él mismo, trayéndole a recoger las
enmohecidas armas. Ninguna madre, ninguna hermana, ninguna novia llora, cuando
el viejo y destemplado tambor bate la marcha. Todo el mundo parece en tal
ocasión tranquilo, grave, resignado o convencido de que está cumpliendo con un
deber.
Por contrarios que seamos a la
causa que defienden, ¿cabe desconocer que hay mucho en eso que merece respeto,
y no poco, de grande?
Sabed, los que tanto habláis
del reino de las ideas, y de la soberanía de los principios sobre las cosas
reales, que esos enemigos vuestros son hombres de ideas también: gente que, de
veras y no de burlas, antepone su convicción, su fe religiosa, a todo material
interés y a todos los sentimientos mundanos..........Vedlos ahí exponiendo todo
por una idea, hasta sus privilegios históricos. Aprenderéis al fin, que la idea
de Dios es más fuerte que todas vuestras elucubraciones confusas en el orden de
la vida.
Cualquiera reconoce a la simple
vista que tales turbas son mucho más civilizadas que las que en otros días
aplaudieran, pues ya ni siquiera ellas aplauden, las tristes predicaciones de
la demagogia española".
Veamos cual es el juicio de Cánovas sobre los enemigos del Carlismo. Sobre los
mismos que para el Sr. Vilches personifican la libertad:
"Pero hay que reconocer, a
la par que no es menos irritante, el que unos cuantos sujetos, ganosos de
ostentar la fácil sabiduría que basta para hacer menosprecio de las creencias
seculares, insulten la fe unánime de esas mismas provincias y de la inmensa
mayoría de las demás, derribando, usurpando, declarando mercancía del Estado
sus altares, intentando hasta profanar los sepulcros de sus padres y de sus
madres.
Si el fruto da a conocer el
árbol, mal árbol debe ser el que no engendra sino impotentes y eternas y
desoladoras guerras civiles; malísimo aquel que no alcanza otro fin político
que una anarquía permanente y el decaimiento sin ejemplo de la patria, ni otro
fin teórico que apostasías plausibles y honradas (¿)".
En ese mismo escrito vierte el siguiente juicio sobre los Fueros:
"Por descontado, que nada
de lo que acabo de decir sobre los privilegios (en contra de ellos), se
extiende a la autonomía local, al peculiar régimen administrativo, al organismo
interior, en fin de ninguna de las tres Provincias vascongadas. Lejos de desear
que desaparezcan de allí instituciones semejantes, querríalas (sic) yo
comunicar, si posible fuera, al resto de España. Las libertades locales de los
vascongados, como todas las que engendra y cria (sic) la historia, aprovechan a
los que las disfrutan, y a nadie dañan, como no sea que se tome por daño la
justa envidia que a otros excitan".
Fue Cánovas quien realmente venció al Carlismo en 1876. Sin embargo
expresó los juicios que anteceden en el prólogo de la obra “Los Vascongados” de
D. Miguel Rodríguez Ferrer publicada en 1873, cuando iba prendiendo el
levantamiento carlista. Inconsecuente, como todo buen liberal, aunque sea
conservador, sus posteriores actos de gobierno no tuvieron nada que ver con lo
que poco antes había escrito.
Lo que Cánovas decía del Carlismo en 1873, podría hacerse extensivo a todos los
momentos de su historia. De una historia que Vd. Sr. Vilches, tiene que conocer
muy bien, pero que no ha sabido comprender. La lucha del Carlismo ha sido una
permanente reclamación de la auténtica libertad por parte de lo más selecto del
pueblo español.
Esa es la consecuencia que se puede sacar de se artículo, Sr. Vilches. Si Vd.
no lo ha visto así lo sentimos mucho. Se le puede aplicar lo que dice la
Escritura sobre los que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. O lo que decía
uno de mi pueblo a su vecino: ¡que Santa Lucía te conserve los pulgares, porque
la vista la tienes perdida!
Deseándole una Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, se despide:
Zortzigarrentzale
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