Cristóbal
Castán Ferrer
El carlismo
recibió a la República concediéndole un margen de confianza, a la espera de la
dirección que esta tomara. Las políticas anticlericales y los episodios de
violencia social, política y, en muchos casos, anticatólica [1] que
día a día se manifestaban en toda España, hicieron que las expectativas de los
más optimistas se fueran desvaneciendo. Este fragmento de un artículo publicado
en la prensa tradicionalista[2],
firmada por “uno del Maestrazgo” en
respuesta a otro aparecido en el semanario de Benicarló Comarca, da idea del concepto que sobre la República tenían los
carlistas y cuál era su actitud frente a ella: “Ante poderes que persiguen la Religión católica y perjudican el bien
público, la resistencia es un deber y la obediencia un crimen por parte de los
católicos”. La vena insurreccional que latía en el seno del carlismo,
heredera de las guerras del siglo XIX volvía a cobrar fuerza.
La llegada de
D. Manuel Fal Conde a la dirección del
carlismo en 1934 supuso toda una puesta al día y un impulso a la organización
del tradicionalismo, también en su rama militar: el Requeté, a cuyo frente,
situó como Delegado Nacional a José Luis Zamanillo. La estructura organizativa
del Requeté se completaba con un inspector nacional, encargado de la dirección
militar , el teniente coronel de Artillería, retirado, Ricardo Rada Peral, y
unos delegados regionales – en Valencia lo fue José María Torrent Ródenas -
cuya misión era el reclutamiento y organización en su ámbito territorial. Su
estructura y funcionamiento se basaban en las Ordenanzas y Reglamentos del Requeté, redactadas por el coronel
Enrique Varela, conocido como “Don Pepe”. En ese momento se empezó a optar por
la vía insurreccional frente a la República.
A principios
de 1936, en toda la provincia de Castellón estaban organizados cinco Tercios,
es decir unos 3700 hombres encuadrados en la organización militar carlista, sin
apenas armamento, tan sólo se disponía de unas pocas armas cortas, como el caso
de Segorbe donde habían tres pistolas para cincuenta y siete requetés. Al
frente de todos ellos, como jefe militar del Requeté de la provincia, se
encontraba el capitán de Infantería D. José Gómez Aznar[3]. Las
poblaciones de la provincia que contaban con mayor número de requetés eran
Villarreal, con 800; Castellón, con 500; Burriana, con 400; Nules, con 300;
Benicarló, con 280; Vall d´Uixò, con 150, Alcalà de Xivert, con 130 y Segorbe,
con 57.
También nos
constan otras poblaciones en las que el Requeté contaba con cierta
organización, como es el caso de Altura, presidido por José Bellón o el de
Càlig, cuyo jefe local era el joven Bautista Pedra Borrás[4], Ramón
Giner Borrás[5], era delegado comarcal del
Maestrazgo y José Balmes Monroig[6], miembro
de la Junta Local Tradicionalista, era instructor provincial del Requeté. Sobre estas cifras hay que tener en cuenta
que muchas poblaciones en las que no existía una organización estable, los
requetés que pudiera haber se integraban en el de la población más cercana. La
instrucción militar se realizaba de forma clandestina en campo abierto y
también en los círculos o casas particulares de carlistas. Se aprovechaban excursiones al campo o a zonas
apartadas para llevarla a cabo. En Castellón se efectuaban ejercicios militares
en fincas situadas en los alrededores de
la Basílica del Lledó y en la zona de la montaña de La Magdalena, uno de sus
instructores militares también fue el comandante del Batallón de Ametralladoras
nº 1, Carlos García Vallejo, que al fracasar el levantamiento permaneció leal
al gobierno republicano.
En Benicarló se realizaron sesiones de
instrucción militar en el patio de algunas casas particulares dirigidas por
jóvenes con una mínima experiencia militar. Incluso las Margaritas de la
provincia se preparaban para la nueva situación bélica que se avecinaba, con
cursos de enfermería a cargo del Dr. D. Rafael Salas Sanz.
Se convocaron reuniones
por toda la provincia para preparar el alzamiento, uno de los enlaces del
Requeté fue el joven Alberto Asensi
Ferrer[7],
viajante de harinas.
Por fin, tras
muchas negociaciones, el Príncipe Regente, D. Javier de Borbón Parma, firmó la
orden de movilización del Requeté, estableciéndose el alzamiento para el
domingo 19 de julio. Fal Conde comunica directamente a los mandos carlistas
valencianos la orden.
El plan
inicial de los carlistas de Castellón era formar dos columnas, una que
marcharía desde el Norte hacia la capital de la provincia y, otra que partiría
desde Villarreal con los requetés del sur de la provincia, hacia Valencia. El
principal problema era la falta de armamento, tan solo con la colaboración del
ejército podría conseguirse, lo cual acentuaba aún más la dependencia de los
carlistas respecto a los militares lo que en toda Valencia resultó fatal para
ellos.
El 19 de julio
los requetés de Castellón esperan las órdenes de la autoridad militar que,
desde Valencia, ha de dirigir toda la operación. También se encontraban a la
expectativa de las instrucciones del diputado por Tarragona Joaquín Bau[8], residente
en ese momento en Benicasim. Pero éste, que había sido el negociador con los
militares, tras el asesinato de su amigo y líder político Calvo Sotelo, había
huido a Lisboa temiendo correr su misma suerte. Por lo tanto, las órdenes y las
instrucciones nunca llegarán.
Mientras tanto
al abarrotado Círculo Tradicionalista de Castellón se presentan efectivos de la
Guardia Civil con la orden de evacuar el edificio y proceder a su clausura. En
Morella también se concentran requetés de Els Ports y el Maestrazgo a la espera
de órdenes, al igual que en Burriana. Esta sumisión respecto a las decisiones
que tomaran los militares en Valencia fue un gran obstáculo que redujo
notablemente cualquier posibilidad de éxito.
El levantamiento del 18 de julio fue un fracaso total en territorio
valenciano. En Castellón su guarnición –
formada por el Batallón de Ametralladoras nº 1, mandado por el teniente coronel
Primitivo Peire Caballeiro- estaba a la expectativa de lo que sucediera en
Valencia, pero mayoritariamente sus mandos eran favorables al gobierno. El 26
de julio marchó este Batallón hacia el frente de Córdoba. Dos días antes el
general Martínez Monje, jefe de la Tercera División, había ordenado entregar a
las milicias de Castellón los 300 fusiles sobrantes de esta unidad.
Desde la Comandancia de la
Guardia Civil, a cuyo frente estaba el teniente coronel D. José Estarás Ferro se dio orden a las fuerzas de
este Cuerpo de concentrarse en Castellón.
En nuestra provincia la mayoría de la Guardia Civil, especialmente la
oficialidad, era favorable al levantamiento pero se esperaba una coyuntura
propicia para unirse a él, y ésta parecía no producirse. Mientras tanto se formó la llamada “Columna
Casa Salas”[9],
compuesta por unos 200 guardias civiles de las demarcaciones de Segorbe y
Vinaroz y de la Comandancia de Castellón, junto a milicianos mayoritariamente
anarquistas. Estaba comandada por el coronel de Carabineros Hilario Fernández
Bujanda. Su objetivo era atacar y recuperar Teruel, ciudad en la que había triunfado
el alzamiento. El proyecto resultó un fracaso pues los guardias que formaban la columna siguiendo
órdenes del capitán José Martínez Ibáñez se rebelaron en La Puebla de Valverde,
uniéndose a las fuerzas nacionales que dominaban Teruel, haciendo prisioneros a
48 milicianos, así como al teniente coronel Fernández Bujanda y al diputado
Casa Salas, que el 1 de agosto serían fusilados tras consejo de guerra
sumarísimo. Al conocerse el suceso se ordenó la salida hacia Alicante, a bordo
del vapor “Aldecoa”, del resto de guardias civiles, unos 300, que habían
quedado en la capital, ordenándose la detención del teniente coronel Estarás y
del capitán Manuel del Valle, que con otros guardias y paisanos serían
recluidos en el barco-prisión “Isla de Menorca” y posteriormente asesinados el
29 de agosto.
Desaparecida casi completamente la Guardia Civil de la provincia de
Castellón, sólo la Guardia de Asalto - integrada por la 43 Compañía de Asalto,
mandada por el capitán Juan García Cordoncillo- y el Cuerpo de Carabineros – a
las órdenes del comandante Honorio Ramos Fernández -, obedecían las
instrucciones del Gobierno Civil y, en teoría, debían encargarse de mantener el
orden público. Pero tanto éste como la seguridad se volatilizaron en la mayoría
de poblaciones.
Ante el
fracaso del alzamiento el Requeté de Castellón quedó totalmente desprovisto de
armas, indefenso y sin posibilidad de hacer frente a la situación creada y a la
ola revolucionaria que se avecinaba.
Los últimos
intentos de “echarse al monte” se produjeron en Castellón el día 20 de julio,
cuando se contactó con el teniente coronel de la Guardia Civil José Estarás
Ferro, invitándole a que las fuerzas bajo su mando se sumaran al alzamiento que
encabezarían los carlistas. La respuesta fue totalmente negativa. En Segorbe se
produjo el que sería el último intento de levantamiento o más bien de organizar
una resistencia tras el fracaso del alzamiento: El Jefe Local de Altura, Miguel
Ventura Pérez, propuso al capitán de la Guardia Civil, Luis Hernández Blasco,
formar un grupo de resistencia en la Sierra de Espadán con los requetés de
Altura y Segorbe y guardias civiles. A lo que el capitán se negó. En Altura los
requetés lograron asaltar y confiscar las armas del Comité Antifascista que se
había hecho con el control de la población, aunque su victoria sólo fue
momentánea.
En agosto se
conoció la existencia de una partida carlista en Gátova, formada por un grupo
de requetés sublevados en Valencia y que trataban de escapar hacia la zona
nacional por la Sierra de Espadán, comandados por José Torrens Ródenas, jefe
regional del Requeté valenciano. Milicianos armados salieron en su persecución,
hiriendo a varios de ellos y dispersando al grupo. Los requetés de Altura
salieron en su auxilio, consiguiendo rescatar a algunos de ellos, si bien la
mayoría fueron detenidos en Teresa y conducidos a Viver, siendo más tarde
asesinados en Navajas. José Torrens, herido en el momento de su detención, fue
fusilado en Segorbe.
Inmediatamente
se iniciará una oleada revolucionaria de la que serán víctimas centenares de
personas, perseguidas, detenidas y asesinadas sin proceso ni causa alguna.
Este fracaso marcará el futuro de muchos habitantes de
nuestra provincia y, por supuesto, de todos aquellos que en mayor o menor
medida estaban vinculados o relacionados con el carlismo y sus ideales
religiosos y políticos: requetés y miembros de las juventudes, margaritas,
militantes y socios, simpatizantes, suscriptores de su prensa, cualquiera que
resultara sospechoso de afinidad con el tradicionalismo era catalogado como
elemento peligroso y, por lo tanto, susceptible de ser eliminado por parte de
los comités revolucionarios que se hicieron con el poder en las comarcas de
Castellón. Muchos de ellos sumaban a su militancia o simpatías hacia el carlismo,
una profunda fe católica que se manifestaba en la pertenencia a asociaciones
religiosas, otros eran sacerdotes o religiosos, lo que, en la mayoría de casos,
fue el motivo principal de su condena a muerte.
El carlismo
fue el grupo político que, en Castellón, más sufrió la pérdida de sus
militantes y simpatizantes a lo largo, sobre todo, del verano-otoño de 1936.
Teniendo en cuenta la provisionalidad de las cifras y la dificultad para
recopilar con exactitud los datos de todos los muertos en aquellos momentos, de
los aproximadamente 1028 asesinados, vinculados a las poblaciones de Castellón
contabilizados por autores como Vicent Gabarda Cebellán[10],
unos 520 estaban de una manera más o menos activa relacionados con el carlismo.
Es decir, más de la mitad de los asesinados en la retaguardia republicana de
las comarcas de Castellón eran carlistas (en diversos grados de compromiso)[11].
Un elevadísimo
número que condicionaría radicalmente el futuro político del carlismo en la
posguerra y años sucesivos, ya de por sí complicado por la instauración en
España de un régimen militar que desde abril de 1937 trató de controlarlo y
diluirlo mediante el Decreto de
Unificación y la expulsión de España de sus máximos dirigentes.
[1] Es interesante reseñar algunos ejemplos de esa
violencia anticatólica y de actitudes anticlericales manifestadas en diferentes
poblaciones de Castellón: trabas a los entierros religiosos; en abril de 1932
el párroco de San Mateo fue amonestado por el alcalde por tocar las campanas.
Un grupo de personas le esperaba a la salida del Ayuntamiento para increparle.
Le siguieron hasta la casa abadía donde le apedrearon, rompiendo los cristales
de la casa. También fue apedreado el colegio de las monjas; demolición de
cruces de término o peirons y
símbolos religiosos en los caminos de la mayoría de pueblos; intento de quemar
la puerta de la iglesia de San Bartolomé de Benicarló en septiembre de 1933;
burlas, insultos y ataques físicos a sacerdotes y católicos; prohibición de
celebrar procesiones sin previa solicitud de permiso, que en muchas poblaciones
de negaba; profanaciones de lugares de culto; provocaciones y agresiones al
paso de las procesiones, como en Vinaroz
el día de San Sebastián de 1932; ocupación de campanarios en Viernes Santo para
hacer doblar las campanas al vuelo, etc.
[2] El Tradicionalista. , n. 578, 20 de septiembre de 1934
[3] Nació
en Barcelona en 1892. Era presidente de la Juventud Jaimista
de Castellón cuando ingresó en el Ejército el 4 de septiembre de 1914. Ascendió
a capitán el 26 de junio de 1924. Se retiró acogiéndose a la “Ley Azaña” de
1931. Tras el fracaso del alzamiento fue detenido. Estaba preso en el buque Isla de Menorca,
convertido en prisión flotante por orden del gobernador civil, D. Fernando
Muñoz Ocaña. En la madrugada del 29 de agosto se produjo la saca por parte de
los piquetes anarquistas. Cincuenta y siete presos fueron sacados del barco,
muchos de ellos carlistas, y atados con alambres de dos en dos, fueron
conducidos por grupos, montados en camiones, a las playas del Serrallo, del Pinar
y a la carretera de Almazora donde fueron acribillados. Murieron todos excepto
uno, el carlista Jaime Peris, camarero del Círculo Tradicionalista de
Castellón, que, herido, consiguió simular que estaba muerto y esconderse,
aunque sólo logró vivir unos meses más.
[4] Asesinado en San Jorge y
lanzado al pozo del pouet de les Serretes
el 14 de agosto de 1936.
[5] Asesinado en Vinaroz el 13
de septiembre de 1936.
[6] Asesinado en Amposta el 13
de agosto de 1936.
[7] Residente en Benicarló fue
asesinado en Sagunto el 7 de octubre de 1936 a los 23 años.
[8]
Aunque diputado por la Comunión Tradicionalista en la práctica actuaba
siguiendo las tesis de Calvo Sotelo. En septiembre de 1936 se encontraba en
Burgos dirigiendo la Comisión de Industria y Comercio de la Junta de Defensa.
[9]
Francisco Casas Sala, diputado de Izquierda Republicana por Castellón, se
convirtió en el jefe político de esta columna.
[10] GABARDA CEBELLÁN, Vicent:
La represión en la retaguardia
republicana, País Valenciano, 1936-1939
[11] Según el estudio de Luis
Pérez Domingo en su libro Mártires
Carlistas del Reino de Valencia,1936-1939
No hay comentarios:
Publicar un comentario