Calendario de 2013 editado por la CTC al cumplirse el 180 aniversario del Carlismo y el 130 del Manifiesto de Guadalajara. |
A los habitantes de la Comandancia General
de Guadalajara.
Arrancadas y destruidas por los secuaces del supersticioso e
impío liberalismo todas las libertades que nos daban nuestros venerados fueros;
pisoteadas y escarnecidas nuestras gloriosas tradiciones, y despojada nuestra
patria de las ricas posiciones que el genio de Colón les mostrara, y cien
gigantes caudillos conquistaron con sus gloriosas espadas allende los mares;
reducida España a la impotencia, siendo objeto de la burla de otros pueblos que
siempre bajaron la frente ante su glorioso pabellón; entregada esta orgullosa
matrona, atada de pies y de manos a sus enemigos de siempre por una gavilla de
cínicos e infames especuladores que, mercaderes impúdicos, han puesto sus hijos
y sus riquezas en poder del mejor postor para conseguir una cantidad suficiente
a satisfacer los apetitos de su loco orgullo, y siendo tan terribles los males
que nos amenazan, hora es ya de que todos los que sientan latir en su pecho un
corazón honrado y se crean capaces del rubor de la vergüenza abandonen sus
casas, y armados como les sea posible acudan al punto de la cita para que,
unidos todos, podamos dejar libre de tiranos y exento de leyes y costumbres
extranjeras a esta patria querida, tan explotada y envilecida por esos
traficantes sin conciencia y sin honra.
Su empresa no tiene las dificultades que esos enemigos de España
pregonan en su ciega ignorancia y negro rencor a la patria. ¿No somos hijos de
aquellos que a principios del siglo dejaron sus hogares para salvar su
independencia, de aquellos que se armaron de estevas y garrotes contra
trescientos mil soldados franceses, a los que humillaron y vencieron? Y si
nuestros padres todo lo abandonaron por «su Dios, por su patria y por su rey,
cuando sintieron el llamamiento patriótico del alcalde de Móstoles, ¿seríamos
nosotros dignos de llamarnos sus hijos si no acudiéramos presurosos a nuestro
puesto, llenos nuestros corazones de la fe santa con que pelearon nuestros
antepasados, desde Iñigo, Arista, Sancho, Ramírez, hasta los que defendieron
por siete años consecutivos la gloriosa bandera de la religión y de la
legitimidad, hoy que nuestro legítimo y egregio monarca nos llama y España nos
grita: “Salid de vuestros hogares y limpiad mi suelo de esa turba de traidores
que os aniquilan y entristecen, a la vez que os roban el pan de vuestros
hijos”? ¡No!
Impúdicos tiranuelos de lugar, polizontes vendidos a esta
quisicosa que llaman monarquía constitucional o democrática, o republicana...
de pega, señores salidos de la ley de desamortización, antes que, como los
sapos, se hinchan en la inmunda laguna de la expropiación de los bienes de los
pueblos y de la Iglesia, os aconsejan que no cumpláis con vuestro deber, pero
si reparáis en sus títulos y antecedentes; si miráis de dónde salieron y a
dónde van; si examináis sus “honrados tráficos”, tendréis bastante para
persuadiros que esos “hallados” y decentes señores son el primer eslabón de la
cadena de nuestra ignominia, la primera página del libro de nuestra vergüenza.
Miradlos protegiendo a los truhanes que fían el pan de. sus hijos
a un “entrés” o un “elijan”, o quizás a la confianza del banquero de “monte”;
miradlos cómo los apadrinan para que atropellen a los hombres honrados, trabuco
en mano, y al consabido grito de viva la libertad y la república.
Esos son los mismos que os prestan el dinero al treinta por
ciento, abusando de vuestra necesidad; esos son los mismos que en las
elecciones han hecho miles de infamias fusil en ristre; esos son los mismos
que, poniéndose siempre a disposición de conservadores y radicales, de
moderados o unionistas, os insultaron siempre, os lamieron los pies para que
les ayudarais a servir a sus amos, lo cual os valió el quedaros sin montes, sin
dehesas, sin hornos y hasta sin fraguas. Hiciéronse ricos comprando con cuatro
cuartos y mil picardías todos los predios que constituían vuestra riqueza
común, y lo hicieron gritando unas veces orden y otras anarquía, y así
crecieron y medraron... que así crecen y medran los que reniegan de su Dios,
pisotean su conciencia y escupen al rostro de su patria.
¡Viva la libertad!, gritan los verdaderos hijos de España.
¡Abajo la república, última manifestación del extranjero yugo! ¡Fuera, fuera
esos miserables caciques que en la ciudad o en la villa, en el pueblo o en la
aldea, visten el hipócrita antifaz de buenos, cuando son perversos servidores
de los enemigos de España!
El día de la liquidación está cerca, y esos truhanes tiemblan
que se acerque el momento, porque se quitará el polvo de sus innumerables
infamias y expiarán su delito.
Ese día será España para los españoles honrados, sus presidios
para los criminales, y habrá decencia, honra, libertad, justicia y progreso;
pero será moneda de ley, no salida del cuño donde hasta el lenguaje se ha
falsificado.
Sólo los malos tiemblan ante el triunfo del partido español.
¿Sabéis por qué? Ellos saben que sólo el partido carlista es el llamado para
hacer justicia, el único que puede hacerla, el único que la hará...
Si el partido carlista no tuviera pruebas de lo que es,
bastábale para ser querido de los hombres de bien el solo hecho de ser odiado
de los tunantes.
El triunfo es seguro: el más enemigo nuestro lo prevé por lo
menos, y si no lo confiesa es porque le aterra y le aterra porque sabe
perfectamente que tanta inmundicia y tanto cieno serán barridos radicalmente en
su día.
¡A las armas, pues, valientes hijos de esta noble patria!
Salgamos de este sopor que nos deshonra, corramos a arrancar los fusiles a esos
serviles esclavos defensores de la deshonra de la patria, y con ellos
recobraremos nuestra independencia, nuestros fueros y libertades, la libertad
de nuestra sacrosanta religi6n y el engrandecimiento y prosperidad de nuestra
riqueza.
¡Basta de palabras! ¡A los hechos!
¡Viva la libertad cristiana, la única verdadera! ¡Viva la
religión católica, apostólica, romana!
¡Viva Carlos VII! ¡Vivan los fueros de
Aragón y las franquicias de Castilla! ¡Abajo todo sistema extranjero!
Campo del honor, 20 de febrero de 1873. El segundo comandante
general teniente coronel, Andrés Madrazo.
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