viernes, 13 de junio de 2014

LA CONFESIONALIDAD EN LA VIDA POLÍTICA DE LUIS DE TRELLES

Por Manuel Abol-Brasón Álvarez-Tamargo Profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo 

Fuente: Boletín Fundación Luis de Trelles, junio de 2014

Sus primeras manifestaciones en la vida partidista fueron en el moderantismo, lo que hoy se puede llamar la derecha. Bajo esta disciplina fue diputado por Vivero en 1853. Pero en el mismo año, a la vista de la corrupción de los moderados, engrosó las filas de los moderados con tendencias progresistas, es decir una especie de centro – derecha, que por aquellos años tenía como partido más característico la Unión Liberal. Es en esta circunstancia, cuando fue uno de los redactores del periódico madrileño El Oriente. Al final esta filiación política, auspiciada por la revolución de 1854, de la que él apareció como vaticinador, también le desilusionó: los golpes de una conmoción que amenazaba los fundamentos de la sociedad comenzaron a oírse. Por eso transitó hacia el tradicionalismo – fiado de su defensa incansable de los postulados confesionales –, único medio que consideraba podía servir para arreglar la estragada situación de España.
En estos mismos años, desde 1854 hasta 1865, se produjo también el cambio hacia una práctica religiosa cada vez más fervorosa. Sus primeros biógrafos escribieron que el Corazón de Jesús fue el primero que llamó a las puertas de su alma. Esto le llevó a convertirse en un seglar consecuente con la fe, que ahora gobierna su vida por entero.

De la confluencia de ambas conversiones surgió el gran Trelles, el apóstol infatigable de la Eucaristía y de la caridad, el perpetuo adorador, el amigo de los pobres y de los abandonados, el político cristiano. En el foro, en la palestra del parlamento, en las gradas del altar, en el escritorio de su despacho y en el hospital con los heridos de la guerra, apareció como un católico completo, siempre con una mirada amable, comprensiva y afectuosa. Por eso se hizo un carlista apasionado. Cuando el 16 de junio de 1875, como comisario regio, intervino en el canje de prisioneros de guerra, en Viana (Navarra), uno de los testigos presenciales lo describió así para el periódico La Época de Madrid, el diario favorito de Cánovas del Castillo, de los conservadores y de la aristocracia: “el señor Trelles llevaba una esplendente boina encarnada y eso que iba de levita negra, y por cierto que bordado en ella y sobre la parte del corazón un Corazón de Jesús”. Si una imagen vale más que mil palabras, ésta expresa por entero su personalidad política y espiritual. La carta que ahora se publica es un testimonio precioso y preciso de la manera mediante la cual cambió su vida, de esa llaga con la que el Corazón de Cristo hirió al de Trelles, y, como el árbol donde cae allí permanece, éste fue su asilo eterno.



Carta  de de Don Luis de Trelles  y Noguerol  a Don Pedro de de la la Hoz, director  La Esperanza de Madrid 

 Señor Director de LA ESPERANZA 
                                                                                                                23 de noviembre de 1865


Mi estimado amigo: Acaba de llegar a mis manos una hoja anónima en que se trascribe una circular electoral que di a luz, litografiada, en 1854. Entonces, aunque no irreligioso, era yo liberal y esperaba mucho de los unionistas. ¡Qué ilusión¡ Los hechos vinieron pronto a desengañarme, en términos, que en 1855 y 1856 defendí con esfuerzo en el jurado ó tribunal de imprenta a La España y a El León Español, hasta trece veces, haciendo por lo tanto oposición franca a la Unión de Vicálvaro. ¡ojalá hubiera sido aquel solo el error y la preocupación que padecí entonces¡ Mis ideas todas fueron modificándose con los desengaños en cabeza ajena, pues no he vuelto desde entonces a la escena pública, llegando a convencerme profundamente de que sólo en el terreno religioso se halla toda verdad. Firme en estos sentimientos, arraigados hondamente en mi alma, mi proceder público, y mis ideas en ciertas discusiones religiosas en el Ateneo de Madrid, me han conquistado la nota de lo que hoy se llama neo-católico. No lo acepto, en cuanto se quiere con este dictado, significar que hay una escuela política que explota, para su fin, la Religión, y menos todavía, en cuanto supone que hay una secta que en nuestro país modifica o pretende modificar las doctrinas del Evangelio. No creo que exista tal escuela ni tal secta: no puedo, por tanto, aceptarla ni pertenecer a ella. Pero si por neo-católico se entiende ser católico, como lo son el Santo Padre y los Reverendos Obispos; creer todo lo que cree la Santa Iglesia; aceptar como doctrina segura la Encíclica Quanta cura y el Syllabus; combatir resueltamente, fieramente, si se quiere, a los infaustos reconocedores del llamado Reino, que yo llamo robo, de Italia, y buscar en estas verdades todo criterio, así en política como en todo, yo me proclamo, yo me glorío de ser neo-católico. Mayormente cuando viene como apodo y adjetivo de desprecio, que siempre aprovecha al cristiano que no se avergüenza de serlo delante de los hombres.

Dicen los anónimos que hago oposición fiera a la Unión. ¿Quién la mandó a esa señora hacerse impía y sacrílega, oponiéndose a la libertad e independencia del Padre común de los fieles? Hago bien; yo no hago más porque más no puedo. Si tuviera los nueve mil votos que comprende el censo de la provincia de Lugo, esos nueve mil votos pondría en la urna contra aquella atrevida y versátil dama. Pero nada hay de esto. Un poco de iniciativa que tomé en la actitud de los católicos en esta provincia contra la desunión que nos manda, no merece ni puede llamarse oposición fiera. Pero si tal fuese, entienda el autor ó los autores anónimos que, así como no es maravilla que un hijo que está en el regazo de su madre se lance fieramente contra quien la ataque, mi actitud es de quien, habiendo nacido en el seno de la Iglesia Católica, la ve atacada alevemente, y sale a su defensa con brío y santa ira, porque mira en ella ofendida a su tierna y amorosa Madre, en cuya comunión desea vivir y morir.

Quédame, para concluir, dar a los anónimos un ejemplo de caridad no examinando ni historiando sus variaciones, que bien podrían dar lugar a una obra más extensa que la de Bossuet sobre las Variaciones del protestantismo.
La mía, en cuanto a las ideas políticas que derivan de la verdad religiosa, podrá tener el aire de una conversión, o a lo menos un principio de ella; mas espero en Dios que será la última, porque he hallado terreno firme y sólido, en el cual busco la solución de todo problema, seguro de hallarla, porque el tiempo es un accidente y un tránsito a la eternidad, y mal pueden encontrarse dificultades insolubles desde el punto de vista de la ciencia cristiana, que, como su Divino Fundador, es de ayer, de hoy y de los siglos venideros
Mi criterio es el criterio católico; mi filosofía la del Cristianismo. Si en el mar revuelto de la política me pierdo, he ahí cuál será mi estrella polar. .
Desde esta elevada cumbre miro a veces mi vida pasada, incluso la hoja insignificante que cita el anónimo; y aunque en mis escritos dados a la prensa no encuentro, a Dios gracias, errores conocidos ni tendencias que pueda confesar que son perniciosas, temo que hay en ellos alguna idea, alguna voz, alguna tendencia peligrosa, en sentir de los sabios y virtuosos, que ven en el fondo de las acciones humanas lo que el hombre suele no descubrir, cegado por el…

Poseído de las mismas ideas, retracto y retiro por precaución todo lo que en El Oriente, o en los impresos que fueron obra mía, pueda ser digno de censura o de la menor edificación, pues quiero ajustarlo todo a mis convicciones, y someterlo a la Iglesia. Doy gracias, antes de concluir, por no faltar a lo debido, a mis anónimos adversarios por la ocasión que me ofrecen de hacer esta manifestación, que puede servir de programa electoral, más bien pensado seguramente que el de 1854, época en que, lo reconozco, estaba lleno de ideas o impresiones del momento, sin punto fijo de partida, sin brújula ni rumbo cierto, como quien navega a la ventura. Sentadas estas doctrinas, llámenme como quieran, moderado recalcitrante, neo-católico, o lo que les parezca, pues hasta ahora no tiene razón de ser ningún capítulo de mis variaciones, porque nada he sido del presupuesto antes ni después de ser diputado y escritor. Anticipa a usted gratitud por la bondad de hacer lugar a esta comunicación su afectísimo amigo QUE BESA a USTED LA MANO. Luis de Trelles y Noguerol.


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