El sábado 31 de mayo el Círculo Aparisi y Guijarro convocó una emotiva jornada de homenaje a los patriotas valencianos de la guerra de la Independencia, recordando en especial a Vicent Doménech 'el Palleter', quien en la misma plaza donde se desarrollaron los actos fue el primer valenciano en declarar la guerra al invasor napoleónico.
Las peores previsiones meteorológicas que anunciaban una alerta naranja sobre Valencia y alrededores se cumplieron y una enorme tromba de agua con fuertes rachas de viento irrumpió sobre las 18:30 horas en la ciudad del Turia. Sin embargo a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (conocida también como de 'la Compañía de Jesús') -una de las más importantes del Barroco valenciano, parcialmente destruida por la revolución liberal de 1868- fueron llegando los valencianos a cumplir con la Obra de Misericordia de rezar por los muertos. Dijo la Misa el Padre Blanco S.J. que en un vibrante sermón se refirió al valiente levantamiento religioso y patriótico de hace dos siglos en contraste con la situación actual en la que se ataque desde tantos frentes a Dios y a España. Se refirió a la virtud cristiana del patriotismo y de la legitimidad de la guerra justa con una reflexión de gran altura teológica sobre las enseñanzas del Antiguo Testamento a través de los Macabeos.
A las ocho de la tarde la lluvia empezaba a remitir y en medio de unas gotas intermitentes continuaron los actos en la Plaza de la Compañía, en pleno centro histórico de Valencia. Bajo la placa que desde hace un siglo recuerda el crit del Palleter se colocó una gran Real Senyera al modo en que fue enarbolada por el monovero Padre Rico y otros franciscanos que dirigieron el alistamiento y la defensa de Valencia frente a Napoleón. Los actos dieron comienzo con un toque de dolçaina y tabalet. José Monzonís tesorero del Círculo presentó los actos señalando el paralelismo entre la situación actual y la de hace dos siglos. El vicepresidente del Círculo Pascual Martín-Villalba explicó los sucesos:
Fue el 23 de mayo de 1808 cuando un labrador de Paiporta, Vicent Doménech 'el Palleter', que vendía pajuelas para hacer fuego alzó la voz para expresar lo que sentía una multitud de valencianos reunidos en la entonces plaza de les Panses (hoy de la Compañía), entre la Lonja y la iglesia de la Compañía. 'La Gaceta de Madrid' traía noticias confusas sobre la situación en la capital, de donde corrían rumores de abusos de las tropas invasoras sobre la población y también de acciones de sacrílegas. El Palleter rasga su faja de estambre en pequeños trozos para que sirva de escarapela, pone el trozo de mayor tamaño en el extremo de una caña, coge una estampa de la Virgen de los Desamparados y un retrato del rey, que estaban repartiendo por la plaza, y lo levanta a modo de estandarte. Dirige entonces sus pasos hacia la plaza de les Panses, hasta donde le sigue la multitud.
Vicent Doménech se encamina a un estanco próximo a la plaza donde se vende papel moneda y coge unos sellos que acaban de llegar con la figura del mariscal francés Murat, al mando de las tropas francesas en España. Con ellos en la mano, sube unas escaleras y los rompe en mil pedazos, lanzando al viento su popular grito.
Un pobre palleter li declara guerra a Napoleó.
¡Vixca Fernando sèptim y muiguen l traïdors!
Tras los gritos del Palleter, la muchedumbre, dando vivas a Fernando VII, se dirigió al Palacio de El Real, al otro lado del Turia, residencia del Capitán General, que se vió obligado a salir al balcón, prometiendo que tomaría las providencias oportunas. Desde allí, los amotinados marcharon al Palacio de la Generalitat y los padres Martí y Rico subieron al salón de sesiones, solicitando en nombre del pueblo que se declarara la guerra a Napoleón y se decretara una alistamiento general.
Con fogosa elocuencia expuso el Padre Rico la gravedad de las circunstancias pidiendo que se declarase la guerra en el acto al emperador de los franceses, procediendo al aislamiento de todos los hombres aptos para el servicio militar, de 16 a 40 años. Las palabras ardorosas del fraile que se encontraba respaldado por los 40.000 valencianos reunidos en la plaza de la Virgen y en la calle de Caballeros, decidieron el ánimo vacilante y temeroso de las autoridades, que obedientes a las imposiciones de ardor, tomaron el acuerdo de declarar la guerra a Napoleón. Como resultado de tan arriesgada determinación, los componentes del Real Acuerdo, decretaron en nombre del rey Fernando VII, el alistamiento de todos los hombres aptos para el servicio de armas, nombrando general en jefe de las fuerzas militares del Reino de Valencia al conde de Cervellón, al que los patriotas llevaron al triunfo, junto con el padre Rico, portador de la Real Senyera, en un coche sin caballos, arrastrado por la gente, hasta la casa de la ciudad.
En aquellas horas difíciles y arriesgadas, fue obra principal de los religiosos franciscanos la organización de la resistencia de las fuerzas armadas ante el ataque de los contingentes napoleónicos. El pueblo valenciano armado con trabucos, retacos, hoces, hachas y cuchillos rechazó sangrientamente al ejército mandado por el general Moncey, quien al frente de 12.000 combatientes, llegó hasta las puertas del Cuartel en la creencia de que penetraría victorioso en Valencia.
El 6 de marzo de 1810 el General Caro, entonces Capitán General de Valencia (máxima autoridad militar del Reino de Valencia), pidió al Arzobispo Company que permitiera que la Virgen de los Desamparados fuera nombrada 'Generalísima de nuestros Ejércitos', como muestra de gratitud por haberles permitido salir victoriosos en el primer asalto napoleónico de Valencia. El General Caro, en ceremonia realizada en la Catedral de Valencia, le entregó el fajín de Generala y el bastón de mando, y se dispuso que cuando saliera la imagen el día de su fiesta, se le rindieran los honores militares de ordenanza 'y se disparará la artillería del Baluarte'. Ceremonia que se repite año tras año.
Después José Miguel Orts Timoner, jefe regional de la Comunión Tradicionalista Carlista del Reino de Valencia, se refirió a la manipulación en torno a las conmemoraciones oficiales del bicentenario, con la complicidad de las actuales autoridades autonómicas y estatales y hasta de la jefatura de Estado. España no nació en las cortes de Cádiz (las cuales aún reconocían la confesionalidad católica y la prohibición de manifestaciones públicas de cualquier otra religión) ni se trató solo de un levantamiento contra el invasor.
Por último el gran poeta valenciano Anfós Ramón declamó una oda en lengua valenciana al Palleter y a los patriotas valencianos, con referencias ineludibles a la situación actual.
Después se procedió a colocar ante la placa conmemorativa del crit del Palleter una corona de laurel en recuerdo y homenaje a los patriotas valencianos. El toque de la dolçaina y el tabalet puso fin a los actos en la plaza de la Compañía. Los periódicos Levante y Valéncia Hui se hicieron eco de los actos a los que adhirieron el Círculo Vázquez de Mella del Principado de Asturias, el Círculo Molle Lazo del Reino de Castilla y el Círculo Marqués de Villores del Reino de Murcia.
Una cincuentena de personas se reunirían después en una cena de hermandad en la Casa de los Obreros San Vicente Ferrer, tan vinculada históricamente al Carlismo valenciano. A la misma concurrieron varias personas que no pudieron estar en los actos de la tarde como el capellán del Círculo don Francisco Suárez, la guapísima Fallera Mayor de Valencia en 1996 Elena Muñoz Capri, Ignacio Bellido, o José Romero, alma del carlismo de Liria junto a otros carlistas lirianos. A los postres se recordó la continuidad entre los ideales carlistas y los que movieron al pueblo a levantarse contra la invasión napoleónica, no obstante muchos combatientes y sagas familiares de la francesada se unirán a las banderas de la legitimidad dinástica: el cura Merino, Agustina de Aragón, los Tristany en Cataluña, los Hierros en Castilla, etc… Uno de los periódicos carlistas más importantes del Reino de Valencia durante el siglo XIX respondía precisamente a la cabecera 'El Palleter'. Se señaló que los afrancesados de entonces son en toda España los europeístas de hoy con su última ofensiva del Tratado de Lisboa, y además en el Reino de Valencia los pancatalanistas renegados de la identidad política y cultural valenciana. Tuvieron lugar varios intervenciones, entre otras la del historiador madrileño José Antonio Gallego, quien aportó para desmitificar la manipulación liberal de los actos oficiales en conmemoración del bicentenario un documento del Archivo Histórico Nacional por el cual las autoridades religiosas en respuesta a una pregunta sobre el carácter de la lucha de la Junta de Defensa de Badajoz reconocía a los combatientes de la francesada como 'Cruzados'; la del periodista Baltasar Bueno, quien señaló que este bicentenario se ha conmemorado en Valencia básicamente por los Amigos del Museo Militar en colaboración con Capitanía General y por el Círculo Aparisi y Guijarro, en contraste con la indiferencia ante la misma del Ayuntamiento, Diputación y Generalitat; o la del presidente del Círculo Rubén de Cardeñosa, que se refirió junto al bicentenario de la guerra de la Independencia al 175 aniversario del Carlismo y a la obra creadora que es la Tradición frente a los que pretenden identificarla con mera nostalgia o anquilosamiento.
El Reino de Valencia necesita patriotas valencianos como los de hace dos siglos que mantengan vivo el grito tan de actualidad del Palleter. El Círculo Aparisi y Guijarro, una vez más a contracorriente de lo oficial, con estos actos ha honrado la memoria de nuestros antepasados, ha reivindicado la verdad histórica de los mismos y ha renovado su compromiso de seguir luchando por la Tradición católica e hispánica de Valencia en la cual se enmarca el gran acontecimiento histórico del crit del Palleter.
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