lunes, 12 de agosto de 2013

GABRIEL ALBIOL PLOU, MÁRTIR DE CRISTO

De todos los crímenes cometidos en 1936 en la histórica ciudad de Peñíscola (Castellón), y posiblemente en toda la comarca del Maestrazgo, destaca por su inusitada crueldad y violencia el del joven Hermano de las Escuelas Cristianas, Gabriel Albiol Plou.
Era natural de Peñíscola donde nació el 23 de abril de 1910 en una familia católica y de raíces carlistas. Asistió al colegio de los Hermanos en Benicarló, destacando por su profunda piedad y fervor religioso. A los dieciséis años tomó la decisión de ingresar en el noviciado de La Salle en Cambrils. Un año después, en 1927, tomó el hábito en el noviciado de Portianell (Girona) recibiendo el nombre de Hno. Justino Gabriel. En 1928 hizo la profesión temporal.
Su primer destino fue la escuela de Sant Hipòlit de Voltregà. Más tarde pasó a Santa Coloma de Farners y a partir de 1933 al colegio Condal de Barcelona. En todos sus destinos dejó un recuerdo de hombre modesto, trabajador y fiel cumplidor de sus deberes religiosos y profesionales. Su piedad y devoción era destacadas por aquellos que convivieron con él. También era conocido por su carácter tímido, aunque firme y enérgico a la hora de defender lo que para él era fundamental, superando todos los respetos humanos, como tuvo ocasión de demostrar en Benicarló, cuando tras apearse del tren y yendo a visitar a sus padres en Peñíscola, fue increpado por las calles con insultos a causa del hábito que vestía. Dirigiéndose a los que le insultaban les plantó cara, recriminándoles su falta de valentía al atacar en grupo a un hombre solo.

A partir del 18 de julio de 1936 la Comunidad hubo de dispersarse a causa de la persecución. El Hno. Director había conseguido encontrar refugio temporal para los Hermanos, repartiéndolos en casas de antiguos alumnos que se habían ofrecido para ayudarles. Tras unos días en una de estas casas, el Hno. Justino Gabriel viendo la magnitud de la persecución, los incendios y profanaciones, los asesinatos, etc., decide marchar junto a sus padres, comerciantes de Peñíscola, a Madrid donde desde hacía un año residía su hermana Antonia junto a su esposo Martín Villalonga, militar destinado en el Ministerio de la Guerra, y sus hijos. Pensaban que en la capital el peligro sería menor, pero al ver los acontecimientos que se desarrollaron esos días decidieron regresar a Peñíscola. Antes de volver pasaron dos días en Benicarló.  Ya en Peñíscola, Gabriel Albiol Peña, el padre del Hermano, comunicó su llegada al Comité, recibiendo la orden de “desaparecer lo antes posible”. Ante la imposibilidad de huir, la familia decidió que el Hermano se ocultaría en la casa de campo de su tío.
Pero la noche del 9 de agosto de 1936 decidió pasarla en la marjal (caseta de campo) de sus padres situada en el camí vell de Benicarló a Peñíscola. Un grupo de milicianos armados acudieron allí con la intención de detener al frare, también conocido como lo fill de la Masa. Una vez apresado fue llevado al castillo de Peñíscola, donde fue objeto de malos tratos. Allí acudió su madre, la tia Francisqueta, a llevarle la comida durante dos días. La madrugada del 11 al 12 de agosto se le obligó a subir en un coche que le condujo a unos 400 metros antes de llegar a la Ratlla del Terme, en los límites con Benicarló. Se apearon del coche y fue llevado hasta la playa donde le cortaron las orejas a machetazos, obligándole a lavarse las heridas con agua de mar. La tortura siguió con azotes y golpes por todo el cuerpo y pinchazos en los ojos, para más tarde cortarle la lengua y los genitales, además de atravesarle el oído con una bayoneta. Tras la tortura fue rematado a tiros, quedando su cadáver en posición de cúbito prono en la arena. Permaneció allí durante tres o cuatro horas, desangrándose y tiñendo de rojo las aguas del mar.
Sobre las siete de la mañana del 12 de agosto un carretero de Benicarló llegó a la playa en busca de arena. Dos milicianos que vigilaban el lugar le ordenaron que cargara “un cerdo que había muerto en la playa”. Fue llevado en carro hasta el cementerio de Benicarló donde fue enterrado en una fosa.  Una mujer ayudó a darle sepultura, viendo que una oreja le colgaba y que presentaba una enorme herida en la cara.

Testigo de aquellos hechos fue Juan Bautista Traver Pitarch (q.e.p.d.) , en aquel entonces un niño de 12 años que, junto a su padre Vicente Traver se encontraba en la finca de su propiedad. Este es su relato: “Vimos un bulto arrojado en la orilla del mar y fuimos a ver lo que era. Al acercarnos pudimos comprobar que era un cadáver de un hombre joven y alto, que presentaba heridas de arma blanca por todo el cuerpo. Sangraba abundantemente y a cada golpe de las olas, el agua se hacía roja. Más tarde lo cargaron en un carro y se lo llevaron al cementerio de Benicarló.”

Exhumación de los restos del Hermano Justino Gabriel en el cementerio de Benicarló
En Benicarló permaneció enterrado en una fosa hasta que sus restos fueron depositados en el nicho propiedad de los Hermanos en el mismo cementerio. Posteriormente fueron trasladados a Cambrils y de allí a su actual sepultura en el panteón de los Hermanos Mártires de La Salle en Sant Martí de Sesgueioles (Barcelona).



 El próximo 13 de octubre será beatificado en Tarragona.


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