Ricardo
Cortina Campos.- 1920-1936. Conocido como “Ricardet”. Procedía de la
Casa de Misericordia de Barcelona. Fue adoptado por una familia de Benicarló. Trabajaba como mecánico y jornalero y era miembro de la Comunión Tradicionalista.
Su detención se produjo el 6 de octubre de 1936 en su
casa de la calle San
Valero nº 12. Fue asesinado en la madrugada del día
siguiente, junto a los demás vecinos de Benicarló, en Sagunto. Contaba con tan
solo 15 años de edad, siendo una de las víctimas más jóvenes de la represión en
la retaguardia valenciana. Fue enterrado en Benicarló el 22 de agosto de 1939.
Vicente Luís
Jovaní Marín.- 1878-1936. Nacido en San Mateo (Castellón) aunque avecindado en
Benicarló. Pequeño industrial autónomo y hombre de profundas convicciones
católicas y militante carlista. Casado con Vicenta Ávila, tuvieron cuatro
hijos: Vicente, Joaquín, María y Fernando; los dos primeros fueron asesinados en Montcada i Reixac (Barcelona), mientras que Fernando –
destacado dirigente de las Juventudes Carlistas a nivel comarcal – fue
duramente perseguido por las milicias revolucionarias con la intención de
asesinarle. Esta circunstancia será, como veremos, la que desencadenará la
muerte de su padre. Siguiendo el relato que dejó escrito su hijo Fernando, los
acontecimientos que desembocaron en su asesinato se produjeron de la siguiente
manera: “En agosto de 1936, el Comité se
incautó de nuestra vivienda adosada a la industria almazara de aceite y nos
tuvimos que trasladar a una casita de labradores a unos doscientos metros del
molino. El día 6 de octubre vino una señora amiga para advertirme que varios
amigos míos estaban detenidos en las dependencias de lo que había sido Cuartel
de la Guardia Civil y que era muy posible que vinieran también por mí.
Estábamos en casa mi madre, mi hermana y mi cuñada con los niños. No estaba mi
padre, protagonista de este relato. Pasaron pocos minutos cuando vimos venir
por el camino de entrada a dos milicianos, armados con fusiles, decididamente
hacia nuestra casa. Sin pensarlo me escapé por la parte trasera que daba a un
frondoso maizal. Segundos después entraban por esa misma puerta trasera dos
milicianos más, armados de fusiles, sin que, incomprensiblemente, se dieran
cuenta de mi fuga. Los cuatro forajidos increparon de malas maneras a mi madre
y hermanas. Registraron minuciosamente toda la casa y al fin, muy contrariados,
se marcharon. Mientras tanto, yo llegaba a un monte cercano, donde tenemos una
pequeña parcela de algarrobos y en ella una barraca de caza en la que me
cobijé. Por la noche vino mi padre, con alguna comida, dinero y ropa. Me animó
a huir; que no me diera por vencido. Un emocionado abrazo fue nuestra despedida
para siempre. Muy entrada la noche, los milicianos volvieron a las andadas y se
quedaron custodiando la casa, sin dejar salir a nadie, esperando que yo
volviera. Cuando llegó mi padre lo detuvieron, instándole a que les dijera
dónde estaba yo, amenazándole de muerte si no lo decía, y brindándole la
libertad si lo decía. Como no consiguieron doblegarle, se lo llevaron preso al
Cuartel, donde tenían detenidos once señores más. Debieron pasar muy pocas
horas; después los montaron a un camión con muchos milicianos armados y los
fusilaron a las afueras de Sagunto dejándoles tendidos en la cuneta. Al amanecer,
los vecinos más madrugadores se dieron cuenta del bochornoso espectáculo y lo
hicieron saber a las autoridades; éstas ordenaron al sepulturero que los
retirara. Fueron sepultados en el cementerio en una fosa abierta expresamente
para ellos doce, y con mucha cal viva encima, la cual nos facilitó su
identificación por los familiares, después de terminada la guerra. Siguiendo
las normas de Sanidad los fuimos depositando cada uno en un primer ataúd de
zinc y herméticamente soldado con estaño y después en otro de madera.
Organizamos una
caravana de coches hasta Benicarló; y en el Colegio de La Salle , en su capilla, se
instaló la capilla ardiente. Toda la noche fue desfilando muchísima gente. Al
día siguiente en la
Iglesia Parroquial se celebraron solemnes funerales,
presididos por las autoridades con asistencia de todo el pueblo. Los familiares
de cada mártir se hicieron cargo y los enterraron en los nichos de la familia,
donde reposan.”
Fue asesinado el día de su cumpleaños, a los 58 años.
Fue enterrado en Benicarló el 22 de agosto de 1939.
El día que fue
detenido era el domingo
4 de octubre. Se encontraba en la casa de campo de la familia junto a sus madre
y unos vecino cuando su padre le comunicó que milicianos del comité, uno de
ellos compañero de estudios en el colegio de los Hermanos de La Salle , habían ido a buscarle a casa por una denuncia
de un vecino suyo del camí Alcalà nº
59 y que le ordenaban que se presentara ante ellos. Confiado en su inocencia se
presentó, siendo detenido y encerrado en el antiguo convento de San Francisco.
De su encierro saldría junto a otros vecinos para ser asesinado en Sagunto el 7
de octubre de 1936, a los 21 años de
edad. Al día siguiente, su madre y su hermana pequeña Cinta acudieron a llevarle una manta, la misma que usaba en
los turnos de la
Adoración Nocturna. Al inquirir sobre su paradero un
dirigente del Comité, les contestó que “había
sido incorporado al ejército de la
República en el frente de Teruel”. Sus restos reposaron
hasta 1939 en el cementerio de Sagunto, sus familiares le reconocieron por las
alpargatas que llevaba puestas. El 22 de agosto de 1939 fue enterrado en el
cementerio de Benicarló.
A finales de julio de 1936 fue detenido, junto a un amigo por despedirse con un "¡adiós!" en vez de con el preceptivo y revolucionario "¡salud"!, siendo puesto en libertad a los pocos días. Pero el
7 de octubre, fue nuevamente detenido en su casa de la calle San Francisco
nº 41. Su novia Remedios le llevó al antiguo convento de Franciscanos una manta y algo de comida. Con ella se preparó para
morir rezando el acto de contricción, convencido de que en poco tiempo sería
asesinado, ya que la madrugada anterior
se habían llevado a doce benicarlandos para asesinarles. Se despidió de ella
con un beso, y con gran serenidad le dijo “cuando
esté ante el piquete de ejecución gritaré ¡Viva Cristo Rey!”. La misma
noche del 7 de octubre, fue sacado de la prisión del Comité en camión,
trasladándolo después en coche hasta el río San Miguel, entre Alcalà de Xivert
y Torreblanca, y fusilado. Su cuerpo apareció en el cementerio de Alcalà.
A los 75 años de su martirio sirvan estas líneas para rendirles nuestro más sentido homenaje.
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